lunes, 14 de febrero de 2011

“The Wallace Touch”



Hace unos días, durante la lectura del primer relato (“Animalitos Inexpresivos”) incluido en el recopilatorio llamado “La niña de pelo raro” de David Foster Wallace, descubrí una escena absolutamente deliciosa -que me pasó desapercibida la primera vez que lo leí, hace ya demasiados años - y que ahora no quiero dejar de comentar. Tiene lugar en una playa. Las protagonistas son dos jóvenes mujeres que sabemos –o suponemos- enamoradas: 

Faye se ríe. Se moja un dedo y hace una señal en el aire como si hubiera un marcador. Las dos se ríen. Una ola más grande de lo normal rompe de una manera estrepitosa sobre la espuma. El dedo de Faye sabe a humo y a sal. 

Al leerlo me vino a la memoria la escena de una película de Ernst Lubitsch (que no logro identificar) en la que el director mostraba el primer plano de una rosa que depositaba el amante de la protagonista sobre la almohada de su cama antes de marchar por la mañana. Era la forma que tenía el director de insinuar la relación sexual que había tenido lugar esa noche evitando la censura habitual de la época. Ese peculiar uso del montaje y la ironía de que hacía gala Lubitsch provocó que el medio cinematográfico popularizase la expresión “Lubitsch touch” (el “toque Lubitsch”) para definir ese estilo en el que predominan la insinuación y la sugerencia. En sus películas los objetos comunes cobraban funciones simbólicas o evocadoras: calcetines, camisas, cajones, espejos, ramos de flores, pares de copas o las inolvidables puertas abiertas en “Lady Windermere's Fan”. 

El dedo de Faye sabe a humo y a sal.

6 comentarios:

  1. Hola, qué lástima, yo no supe ver eso cuando lo leí. Gracias por esta pequeña relectura. Quizá todavía soy joven e ingenuo para llegar yo solito a esas conclusiones, jejeje. Por cierto, ¡qué grande el amigo DFW!

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  2. Coño, Carlos, vaya forma de leer tan magnífica. Nos sacas los colores a los demás.

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  3. Gracias a todos, pero no nos emocionemos. Ojala todas mis lecturas fuesen tan lúcidas como lo fue esta. El entusiasmo me duró sólo las dos terceras partes del recopilatorio, porque el cuento final, el más extenso, agotó mi paciencia y quedó sin terminar (prefiero demorarlo que odiarlo). Aún así hubo otras cosas que me llamaron la atención y que quizá cuelgue un día de estos.

    Y sí, estoy de acuerdo: Wallace es inmenso.

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  4. Qué bonita esa escena, Carlos.

    Te dejo un caramelito.

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  5. Qué pena que aquí sólo haya cinco comentarios. Seis.

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