jueves, 7 de abril de 2011

"Richard Yates" de Tao Lin




PRIMERA PARTE: Mi opinión

Miren, hay muchas razones por las que puedo abandonar una lectura pero la única infalible es que el libro en cuestión sea aburrido y el “Richard Yates” de Tao Lin es con diferencia el más aburrido que me tragado en lo que va de año -a pesar de lo cual lo terminé-. Si una novela en la que predominan los diálogos y en la que se reduce la parte descriptiva a su mínima expresión, es aburrido, malo. Si además de estar plagado de tópicos –que lo está- y todo tipo de disfuncionalidades (sospecho que en un intento inútil de dotarlo de una falsa profundidad –véase: varón bipolar, inestable, dominante, misógino vs. mujer insegura, obesa, maniacodepresiva o “qué pasaría si Romeo y Julieta fuesen tontos del culo y mereciesen morir”) el libro pasa por el mundo sin dejar más huella que la de su propio peso entonces malo no, malísimo. No voy a entrar en disquisiciones literarias de simposio porque a mí, honestamente, ese tipo de valoraciones en según que casos me interesan entre poco y nada. Es decir, que no esperen comparaciones con Beckett, Wolfe o Baudelaire. Quienes quieran ver en esta novela la representación de una generación adolescente con serias dificultades para relacionarse a través de medios no digitales son muy libres de hacerlo pero, ojo, quienes pretendan acusar a los detractores de la novela de ser unos idiotas costumbristas deberían pensar antes en el grado de imbecilidad de los personajes de la novela de Tao Lin y el nivel de costumbrismo (entendiendo éste como la atención que se presta al retrato de las costumbres típicas de un país) que puebla cada una de sus páginas. Estoy convencido de que debe haber mejores, más dinámicas y amenas formas de conseguir lo mismo, si acaso este objetivo es criticar -tal como parece querer hacer notar cierto sector- a través de la plasmación hiperrealista de los usos y costumbres de dos adolescentes –espero que atípicos- la decadencia social americana y el influjo negativo que esto tiene en la nuevas generaciones. Decía que debía haber mejores formas de lograrlo que este retrato mural de depresiones y miedos que atestan unas líneas de diálogo que se repiten hasta la extenuación y que no conducen a ninguna parte. Que si voy, que si vienes, que si somos estúpidos, que si el mundo también, que si mi madre me odia, que si estoy harto de ti, que si te muerdes los pulgares, que si interrumpes a la gente. Que si nos suicidamos como veinte veces. Por amor de dios, ni que fuera tan difícil. Menos pasión hay de todo: mucha tontería, mucha inmadurez, demasiadas amenazas, demasiadas mentiras… pero sobre todo y por encima de todo lo que hay es una sucesión ininterrumpida e infinita de una nada inmensa, descomunal; de un vacio argumental como no he visto en mucho tiempo. 


SEGUNDA PARTE: La opinión de otros

[Les voy a poner en antecedentes: este libro está levantando cierta polémica a raíz de su supuesta modernidad. El (ab)uso de las tecnologías y la apatía de los personajes “acosados” por la desesperanza común a cierta edad –y a los tiempos que corren- “parece” haber conformado los dos bandos de esta peculiar (y divertidísima) contienda: los detractores serían aquellos considerados los adultos –los que son o pudieran ser “papás”, para que nos entendamos- y los defensores -que serían los, en su mayoría, jóvenes post-adolescentes.] 

Cuando alguien dice que como lector no puede o no quiere (no lo aclara) tolerar que se menosprecie el trabajo de un autor simplemente (la cursiva es mía) porque no le agrada el contenido del libro reseñado a mí me parece que es ir demasiado lejos. No es para rasgarse las vestiduras, entiéndanme, pero es pasarse. Esto ocurrió aquí. El discurso, cuando parece cobrar interés (que es inmediatamente después de esa frase) toma un rumbo tan inesperado y de tan poco peso que casi no merece el esfuerzo de ponerlo en evidencia. Aún así haré gala de mi habitual generosidad para regalarles la vista un rato. Lo que justifica la afirmación que encabeza este párrafo, mejor dicho, lo que pretende dar valor a la afirmación (iba a cometer el error de decir “lo que justifica su argumentación”, como si hubiera tal cosa) no es “qué”, sino “quién”: Vicente Luis Mora y su (más que correcta, todo hay que decirlo) reseña. Este escritor y crítico por el que siento el mayor de los respetos desplegó en su momento un discurso que trataba de demostrar que el libro de Tao Lin es todo lo digno de elogio que nos prometía y nos promete la editorial. (Yo siempre he tenido la sospecha de que a Vicente, a quien no quiero hacer protagonista de esta entrada porque no va el cuento con él, lo pervertían otros intereses –no espurios, no económicos- y que su crítica, que se fingía defensora, venía a ser como un truco de magia, un despliegue de habilidad, algo así como la demostración matemática, a fuerza de tergiversar las ecuaciones, de que dos y dos podrían perfectamente ser cinco.) Sin embargo lo que parece hacer Mora (y seguramente me equivoque) es limitarse a darnos -como si hubiera sabido entonces lo que se avecinaba- las razones por las que el libro de Tao Lin puede ser salvado. No dice nada que no sea cierto: la decadente sociedad americana hace estragos entre las nuevas generaciones que ven su futuro negro chamizo y actúan (en mi opinión desacertadamente pero) en consecuencia, que en este caso es no actuando en absoluto. A mí, en cambio, si el libro me hablase de algo sería de que cuanto más comunicados estamos menos comunicados nos sentimos. Se sienten. Algunos. Ya me entienden. 

Retomando el origen del debate no puedo dejar de preguntarme qué es exactamente lo que debemos valorar en una novela si, como se nos indica, el contenido del libro no puede o no debe ser uno de los factores a tener en cuenta. La portada no, eso seguro (o por lo menos espero que no). Entiendo, por algo que esta chica, Carlota Moseguí, dice después, que lo que debemos valorar (no especifica que sea únicamente con esta novela y de hecho sus sentencias parecen incluir toda cuanta literatura se hace actualmente) es la "modernidad" con que está escrita y el nivel de realismo con el que se dibuja la sociedad actual. Es cierto que el Gmail es una herramienta habitual, diaria, que el Spotify también, incluso eso llamado What´s up parece ser algo bastante común –mención aparte merecería el comentario de que la comunicación con los padres la realiza a través de la Blackberry, algo que puede sonar muy moderno, sin duda, pero que a mí me produce cierto espanto-. Lo que no es normal es que la gente considere que el libro de Tao Lin es bueno simplemente porque los mecanismos de comunicación utilizados por los personajes son los mismos que pueblan el día a día de los lectores. Esto plantea un interrogante (a mi, al menos, me lo plantea): ¿es la modernidad –amparada o no por Baudelaire- lo único que determina qué es el arte auténtico? Y aunque así fuese, ¿justifica ese supuesto despliegue de modernidad (y costumbrismo postmoderno) del que hace gala Tao Lin que “Richard Yates” sea una obra de arte? Yo creo que no, sinceramente, como tampoco creo que el problema de que las diferencias entre los bandos a favor y en contra de esta novela tengan que ver con esa “modernidad”. Yo, que ya tengo cierta edad, también soy usurario del chat de Gmail, tengo cuenta en Facebook y dispongo de acceso a internet a través del móvil pero eso no quiere decir que vaya a tragar con ruedas de molino. El problema de Tao Lin nunca ha sido una incapacidad para reflejar el día a día de los jóvenes (más o menos adolescentes, más o menos americanos) de hoy en día sino que el discurso utilizado para ello sobrepasa con mucho la paciencia de cualquier lector que sepa que para transmitir ideas globales acerca de los cambios sociales no es necesario aburrir al personal. 




[Esta entrada terminaba, en un principio, del modo siguiente: “En definitiva, que recomiendo imperativa y activamente (manifestaciones silenciosas incluidas) su no-compra y posterior no-lectura.” Ahora ya no lo pienso. Les invito a una lectura completa o parcial (los asientos de la Fnac y media hora son más que suficientes para esto segundo –que se lo digan a Clément Cadou-) y a la no-compra (si tienen modo de evitarlo, al menos hasta que puedan echarle un vistazo) para que se hagan ustedes una composición de lugar y decidan si está bien o no está bien considerar que esta novela es buena simplemente porque trata temas actuales y se ubica en la más resplandeciente de las modernidades.]



[Mi relación con los implicados: ninguna. Ni buena ni mala, sino todo lo contrario. Esto incluye a la blogger citada, Carlota, que espero no se tome a mal el haberla maltratado un poquito durante esta entrada. Respecto a Vicente Luis Mora quiero dejar clara una cosilla insignificante: no creo que existan "oscuras intenciones" por su parte a la hora de hablar bien de este libro. Si él dice que le gusta yo me lo creo, no tengo motivos para lo contrario. Simplemente me ha parecido que sería divertido jugar con la (falsa) ambigüedad que me ha parecido (a mi) detectar en su entrada. Ya me conocen: me pierde la boca.]



7 comentarios:

  1. Las críticas nunca están de más.
    Saludos.

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  2. Muy de acuerdo. Supongo que ya lo sabe usted. Pero también francamente bien expuesto, creo. Un saludo.

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  3. Carlota, estoy completamente de acuerdo. Pero siempre es una sorpres (y un placer) descubrir a quien las acepta (las críticas) de tan buena manera.

    Milo, ya me parecía que estarías de acuerdo, je. Muchas gracias por el cumplido. Me alegra que te haya gustado.

    Un saludo a los dos y gracias por pasaros.

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  4. Lo quiero leer; tengo curiosidad.

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  5. Bueno, pero luego no me eches a mi la culpa si te empiezan a sangrar los ojos o algo de eso.

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  6. Estoy de acuerdo. Yo me la acabé por obligación de lector que quiere ver lo que otros tanto admiran. Acabé exhausto, aburrido y con ganas de leer algo realmente bueno.

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  7. Hola, quizás os interese saber que tenemos una colección que incluye el relato 'Oh, Joseph, I’m So Tired' de Richard Yates en versión original conjuntamente con el relato 'A Small, Good Thing' de Raymond Carver.

    El formato de esta colección es innovador porque permite leer directamente la obra en inglés sin necesidad de usar el diccionario al integrarse un glosario en cada página.

    Tenéis más info de este relato y de la colección Read&Listen en http://bit.ly/ndSymF.

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