viernes, 6 de mayo de 2011

“Padres, hijos y primates” de Jon Bilbao

Hace poco, muy poco, poquísimo, dije: “Y como hay que probar de todo voy a probar a qué sabe “Padres, hijos y primates” de Jon Bilbao, aunque confieso que no espero demasiado de ella; eso sí, la portada es sensacional”. La primera en la boca. La portada es sensacional, sí, pero la novela no lo es menos. Para que vean que al igual que ustedes yo también me equivoco aquí van mis disculpas. 



Este libro lo elegí no sé muy bien porqué. Bueno, sí lo sé, lo que quiero decir es que no había un único motivo: ni soy fan del escritor ni me leo todo lo que incluya chimpancés, padres o hijos. Lo cierto es que la portada, como el título, tuvieron tanto que ver como el que no fuese de ninguna de esas editoriales que se ven venir a la legua –independientes incluidas; también que la tuviesen disponible en mi biblioteca y que me apeteciese probar un autor del que no hubiese leído nada. Además recién se estrenaba y yo siempre he sentido querencia por los bollos calientes. (Todo este conglomerado de condiciones es mucho más arriesgado de lo que parece; la última vez que intenté algo así acabé leyendo el “Hilo Musical” de Miki Otero.) El resultado soy yo sentado en un banco del parque con este libro en la mano. Lo siento pero no me he traído las fotos del evento. 

Pero me voy a dejar de chorradas. Les voy a hablar de la novela. Como esto va a vuelapluma y no sé muy bien cómo empezar vamos a intentarlo con un pequeño resumen de la historia: la cosa va de un chaval de mi edad, superlisto también como yo, que tiene muy mala suerte (ídem): su negocio de aire acondicionado va como el culo y pende de un hilo que es un señor que está montando tres hoteles. Nuestro protagonista se tiene que ir a Cancún para ver como se casa su suegro, exitoso pintor de brocha fina, con una chavala que está buenísima y que cree que los pinceles sólo sirven para arreglarse las pestañas. Allí, a nuestro amigo, le ocurre lo peor que le puede ocurrir a quien esté pasando un fin de semana con los gastos pagados en Cancún: la visita de un huracán. Pero el problema no es tropezarse con el huracán sino con sus consecuencias en forma de antiguo profesor de su etapa universitaria al que recuerda medio hijo de puta. Por razones que no vienen al caso y que incluyen al primate de la portada acaban los tres personajes principales, maestro, alumno y la paralítica mujer del viejo, encerrados en la habitación de un hotel de mala muerte. Y entonces, en esa habitación (y después, en otra menos habitación) es cuando tienen lugar y se dicen las cosas que hacen de esta novela la delicatesen que ha resultado ser y sobre las que entenderán que guarde silencio. 

Este tercer bloque debería ser el que yo dedicase a hablarles de las excelencias artísticas de esta novela atendiendo a criterios estrictamente objetivos, pero yo no he sido objetivo en mi puta vida y por eso se van a quedar ustedes con las ganas. Lo que sí les digo, y yo casi nunca miento, es que esta novela me parece cojonuda por un montón de razones -todas ellas subjetivas- algunas de la cuales voy a resumirles rápidamente porque se me está enfriando la cena. Hay gente que sabe escribir y gente que no sabe escribir (ya supongo que están al corriente de este hecho incontestable) y este señor, basándome en la corta experiencia de mi juventud (ejem) parece que vamos a tener que incluirlo en el grupo de los primeros. Dosifica con extraordinaria habilidad y mesura la tensión narrativa sin caer en ningún momento en el recurso fácil de alargar la trama con melodramas baratos, subtramas inútiles, diálogos insustanciales u/y obviedades varias. Pero por encima de todo, lo que más me gusta, lo que hace que esta novela sea todo lo redonda que me ha parecido y no simplemente una buena historia, es la construcción y definición de los personajes: el dotarlos a todos de una ambigüedad que tiene mucho que ver con el desconocimiento de su pasado (pretérito o inmediato) con la intención de situar al lector exactamente en el mismo plano en que habitan ellos. Lo que quiero decir es que el escritor no recurre al engañabobos que es hablarnos –para cubrir la cuota habitual de banalidades- de la infancia de los protagonistas, sus amigos y sus hábitos y costumbres diarias. Nos va a contar lo que nos interesa, únicamente y exclusivamente lo que tiene que ver con la trama, lo que afecta al drama que nos ocupa. 

Cuanto mayor me hago más radical me vuelvo (voy camino de ser el viejo cascarrabias que ustedes imaginan) y más me molesta todo aquello que no tiene otro objetivo que el lucimiento personal del escritor. En esta novela, y lo digo como el cumplido que es, al escritor no se le ve en ningún momento. Jon Bilbao bien pudiera ser el hombre invisible. La narración, que es de una elegancia ejemplar, está al servicio de la historia en todo momento y las contadas digresiones (entre las que no incluyo, por apasionante, la Cosmogononía Glacial de Hörbiger y el nacionalsocialismo) no provocan, como suele ocurrir, la espantada de los legos. 

En definitiva, “Padres, hijos y primates” es una excelente manera de pasar una tarde, una mañana, una noche. Una novela que cumple sobradamente las exigencias del lector y que demuestra que la mal llamada literatura de entretenimiento puede ser mucho más que eso.



4 comentarios:

  1. Hola:

    Me esperaba que te fuese a gustar este libro. Yo de Bilbao he leído sus dos libros de relatos (por los que ha tomado un gran pretigio hasta ahora) publicados en Salto de Página, Como una historia de terror y Bajo el influjo del cometa, y ambos me parecieron estupendos, de los mejores libros de relatos escritos por un español, alquien que ha asimilado totalmente las técnicas de los grandes maestros del relato norteamericano.

    Muy recomendables los libros de relatos de los que hablo.

    Saludos
    David

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  2. ¿De verdad te ha gustado este libro? Yo soy fan de los relatos de Bilbao y compré muy ilusionada la novela, pero me he sentido absolutamente decepcionada con ella. Al revés que tú, pienso que el lenguaje está muy descuidado (¡parece un libro mal traducido!) y que los personajes están construidos en función de una historia efectista.
    Pero insisto: sus libros de relatos son muy buenos.

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  3. Buenas,

    David, tengo entre mis prioridades la lectura de esos libros de relatos aunque confieso que el relato -en general- no me acaba de atraer. No te puedes imaginar la cantidad de libros de relatos que he dejado a medias.

    Anónimo, sí, la verdad es que me gustó mucho. Todo lo que dije era absolutamente cierto. Pero no soy infalible; también me equivoco. Quizá sea como tu dices, un lenguaje descuidado ("mal traducido") que atrapa gracias a su efectismo. Puede ser. No me lo ha parecido. Es verdad que la tercera parte (de la que no debería estar hablando) se vuelve un poco "peliculera", haciendo concesiones que hasta el momento ni se habían sugerido pero quizá precisamente por eso, por la sorpresa y lo agradable del conjunto es por lo que la valoro tan positivamente. Esto, con todo, no quiere decir que vea una obra maestra; para nada. Lo que sí veo es un escritor con talento que va a dar mucho que hablar en el futuro.

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  4. Leído de un tirón. No digo más.

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