José Luis Amores (también conocido en la red como Bolmangani) ha traducido la introducción de un libro, inédito en nuestro país, titulado “La novela, una historia alternativa", firmado por un tal Steven Moore. En ESTE post de su blog nos cuenta la película y en ESTE otro (y en el anterior) pueden leerse el documento entero, que les adelanto que ocupa 56 páginas.
Para los enemigos de seguir enlaces (entre los que me incluyo) les dejo un fragmento del texto publicado por Amores en su blog en el que nos explica quién es este Moore y a qué se dedica en sus ratos libres:
Moore es un académico inusual, experto en la obra de, entre otros, los William Gaddis, Burroughs y Gass, además de John Barth, Thomas Pynchon y David Foster Wallace: uno de los nuestros. Fue él quien publicó el Fire the bastards! [¡Despidan a esos desgraciados!] de Jack Green (*) en formato libro. Fue él quien se ocupó de editar en inglés el Larva de nuestro querido Julián Ríos. Es o fue bajista de rock, bailarín clásico y profesor de cursos de posgrado de literatura. Es Doctor en Literatura, crítico literario y editor. Y en 2010 publicó el primero de los dos volúmenes de que consta su Historia alternativa de la novela, en la que desarrolla, de la manera más atractiva, amena e ingeniosa que cabe imaginar —o mejor, que no cabe imaginar, habida cuenta del cómo se suele y de quiénes suelen abordar este tipo de temáticas—, la historia de la novela como género desde los antiguos egipcios hasta nuestros días.
Esto es: Moore es la clase de escritor/lector/crítico que gusta de lecturas difíciles o, como a él le gusta decir, complejas (un matiz importante, este). Hablamos, ya lo han visto, de Gaddis, Pynchon, Barth, Wallace o Julián Rios. Quienes hayan leído a alguno sabrán a qué me refiero. Como lector ocasional de todos ellos no soy la persona más indicada para defenderlos y por eso no voy a hacerlo. Afortunadamente con este post no pretendo otra cosa que hacerme eco de la mencionada Introducción así como alimentar el debate que de su lectura pueda surgir. Ya sé que pido mucho: que 56 páginas son un montón de páginas por leer teniendo en cuenta que se trata del prólogo de un libro que nos vamos a quedar sin catar todos aquellos no dominemos el inglés (al menos hasta que alguien tenga a bien traducirlo). Es más, yo soy el primero en evitar los prólogos y estoy 100% seguro de que si no fuese porque conozco a Amores jamás lo hubiese leído, ni traducido ni sin traducir, ni resumido ni sin resumir. Pero lo he hecho y tengo que reconocer (y les doy mi palabra de honor de que dejé el amiguismo a un lado al llegar a la tercera página) que su lectura ha sido apasionante la mayor parte del tiempo y lo que es mejor: motivo de reflexión permanente desde que lo empecé (esto es: ayer).
Pero voy a aliviarles la carga. Me voy a imaginar que son ustedes la mitad de vagos que yo y les voy a regalar, a modo de resumen, una sucesión de citas que por uno u otro motivo me han llamado la atención en este pequeño, digamos, ensayo. Con ello espero no tanto ahorrarles la lectura como invitar al debate a todos aquellos que tenían intención de obviar el texto y a los que supongo legión.
Lo primero y más importante a tener en cuenta es la distinción que Moore establece, desde el primer momento, entre dos tipos de literatura: Arte vs Entretenimiento:
“Debido a que la novela puede ser tanto una obra de arte como un tipo de entretenimiento, habrá malentendidos y reproches cuando los lectores no logren distinguir entra las dos, e incluso cuando no se den cuenta de que hay una diferencia entre ambos. […] Algunas novelas pueden ser rigurosamente artísticas y aun así disfrutar de un éxito popular […] pero la mayoría de escritores eligen entre arte o entretenimiento: muy pocos pueden atender a la inspiración y a la codicia.”
Si damos un pequeño salto nos metemos directamente en el eterno conflicto del “elitismo” que acompaña siempre a la literatura artística; la forma que tienen de mirar los lectores de Pynchon a los de John Grisham, por ejemplo. Un debate que es, en cierto modo, lo más divertido de todo esto y una de las razones de ser de esta paliza que les estoy dando:
“Cualquier discusión sobre arte versus entretenimiento en el presente clima cultural invita a expresar acusaciones de elitismo y esnobismo. Pero la distinción entre las dos debería ser cuestión de taxonomía, y no necesariamente de calidad. El gran entretenimiento es mejor que el mal arte, y uno no debería condenar las obras de arte por no ser más entretenidas, ni al entretenimiento por no ser más artístico”
A continuación les dejo un párrafo que ilustra perfectamente lo que defiende cada uno de los bandos. A un lado están los MPF -siendo esto un acrónimo de B.R.Myers, Dale Peck, Jonathan Franzen y espíritus afines- que defienden la literatura de entretenimieno. En el bando contrario estaría el propio Moore:
Los MPF comparten la estética de Estacada. Peck suspira por «las satisfacciones tradicionales de la narrativa; personajes creíbles, argumentos satisfactorios, epifanías y demás» Myers, a quien Peck cita con aprobación, quiere que «[al] lector [se le] hable como a un igual del escritor, con unas cadencia y vocabulario naturales» no quiere «payasadas pseudojoyceanas con la puntuación; sólo diálogos creíbles y escuetos» . Cualquier finalidad que persiga el escritor debería hacerse rápida y eficientemente y no debería haber «menciones de… personajes históricos y literarios, títulos de libros, etc.». Un escritor debería «hacer volar a sus lectores» con «una trama vigorosa y repleta de acción… escrita con una prosa cuidada sin afectación poética». (O sea, las metáforas y las imágenes son aceptables si se usan con moderación y modestamente.) Lo ideal son «historias poderosas contadas de manera sencilla». Yo sostendría justo lo contrario: la historia carece de importancia, y el estilo puede ser tan afectado como el escritor quiera, porque demasiado a menudo «sencillo» significa modesto, plano, simple —cualidades admirables en un manual de reparaciones, no en una obra literaria.
A este respecto, y simplemente por echar más leña al fuego, permítanme que incluya una divertida cita extraída de “X” de Percival Everet, una novela que trata con mucho sentido de humor este mismo asunto de “las dos literaturas” (sí, lo siento, es una recomendación velada). La cita en cuestión es una conversación imaginaria entre James Joyce y Oscar Wilde:
Wilde: Temo por la voz
Joyce: ¿Qué quieres decir?
Wilde: Adónde va la literatura. Pronto se perderá la voz, ¿y qué nos quedará?
Joyce: Páginas.
Wilde: ¿Y la trama?
Joyce: ¿Qué es la trama, al fin y al cabo? No es más que una forma de anunciar la última página.
Wilde: ¿Has salido a caminar alguna vez durante una tormenta eléctrica cargado con un tubo metálico alargado?
Joyce: No.
Wilde: Deberías probarlo.
Joyce: ¿Estás enfadado?
Wilde: No, solo estoy anunciando la última página.
Pero sigamos con la confrontación. En otro momento de la introducción, Moore nos da una pista de las razones por las que es posible que la literatura “artística” tenga tan pocos adeptos.
¿Quieres saber un secreto? La literatura no es para todo el mundo. La gente lo acepta sobre otros tipos de arte —la música seria no es para todo el mundo, ni tampoco el teatro de sombras balinés— pero cuando se trata de narrativa, existe la asunción democrática de que cualquier persona con una educación básica debería ser capaz de leer y disfrutar cualquier novela. Esto quizá se origine en el instituto, donde a todos se les encarga la tarea de leer novelas clásicas, mientras que las clases de arte o música son optativas, y la ópera o la danza no se dan en absoluto. De ahí que haya quienes sientan que es reprochable escribir una novela que esté más allá del nivel de lectura del instituto.
Mientras leía el párrafo anterior (así como en otros muchos momentos no citados) me acordaba de tantos y tantos (estoy exagerando) libros publicados a los que llegué a acusar, en este mismo blog, de “ininteligibles” y por ello "malos". Me acuerdo especialmente del de Javier Aviles (“Constatación brutal del presente”), al que en su momento acusé de poco menos que insufrible (a su libro, no a él). No se equivoquen, sigo pensando lo mismo. La razón es que también he leído novelas de los autores considerados “difíciles” (Wallace, Gaddis, Pynchon...) y aunque sí tuve sensación de caminar mientras se me hundían los pies en un metro de nieve no llegaron en ningún momento a provocarme el mismo tipo de rechazo; siempre había algo que me recompensaba aunque no fuera más que el paisaje. Con esto quiero decir que hay tener mucho cuidado: la literatura, cuando se define y defiende como ARTE, cae inevitablemente en las misma controversia en que se encuentra la pintura, por ejemplo, pero en mi humilde opinión esto no debe justificar nunca el "todo vale, todo es bueno, eres tú que no me entiendes (imbécil)". Moore lo explica mejor que yo:
Naturalmente, se producen un montón de cosas mediocres que se autodenominan arte, tanto en literatura como en otros campos, y se necesita desarrollar una sensibilidad estética para distinguir lo bueno de lo malo, las novelas innovadoras de las simples novedades. Recuerdo estar leyendo una vez una novela que evitaba de alguna forma el verbo «to be», pero lo dejé después de 30 páginas porque se trataba de una novela pésima, a pesar de aquella desafiante restricción formal. Y se necesita la misma sensibilidad para ser capaz de reconocer cuándo algo es bueno aunque incompatible con los gustos personales, y tales reconocimientos deberían devenir tolerancia en lugar de condena. […] Admitir que ciertas novelas son excelentes aunque no del gusto de uno requiere una honestidad y una humildad rara vez vista en los críticos, y una capacidad para distinguir entre objetividad y subjetividad rara vez vista en nadie.
Y con esto ya nos metemos directamente en el pozo de fango que es la crítica literaria, un asunto al que -les doy mi palabra- no tenía pensado llegar cuando empecé a escribir este post. Pero miren, ya que estamos…. De entrada parece que Moore excluya de una patada -releer párrafo anterior- a todos aquellos críticos que defienden únicamente el tipo de literatura “convencional” (entendiendo esta como la no-artística), lo que sumado a las teorías kitsch de Alberto Santamaría (aquí) limita el campo de acción de la crítica literaria a cuatro elegidos que sabrán ellos quienes son y porqué están ahí. Es broma. Los argumentos de Moore me parecen más que válidos en la medida que pretende defender un tipo de literatura que de otro modo se vería (como de hecho se ve) condenada al ostracismo literario por todos aquellos seres humanos incapaces de entender que se pueden compaginar ambos tipos de lectura sin tener que llegar a las manos. Y es que no siempre tiene uno ganas de pelearse con un libro por muy generosa que sea la recompensa final.
Quisiera acabar el post con una última cita de Moore en la que hace referencia al siempre espinoso asunto de la Objetividad de la que en ocasiones presume (o es acusada) la crítica. Desde este blog siempre se ha defendido no ya la subjetividad sino la imposibilidad de ser objetivo. En un mundo imperfecto todos seríamos objetivos e infalibles las veinticuatro horas del día, llevaríamos unos uniformes horribles y el pelo cortado a la taza. Sirva el siguiente párrafo como justificación de la diversidad de criterio; como apoyo a la crítica amateur y/o como protección del derecho a ser conservador o progresista según se levante uno por la mañana; pero sirva especialmente como defensa a ultranza del debate que surja de todo ello, un debate por el que vale la pena morir de puro kitsch.
La objetividad quizá sea posible cuando se evalúa una ecuación matemática o un experimento químico —o funciona o no funciona—, pero detrás cualquier juicio literario necesariamente se oculta la subjetividad. Los gustos personales, la formación, la experiencia y las expectativas relegarán siempre las pretensiones críticas de consideración o demérito de cualquier escritor, sin importar el peso del argumento. Pero estoy convencido de que las reacciones negativas a la moderna narrativa singular son culpa en parte de la ignorancia de la larga, colorida y decididamente singular historia de la novela.
(*) Editado recientemente por Alpha Decay y prologado por el propio J.L.Amores.