viernes, 31 de agosto de 2012

“Desventuras de un fanático del deporte” de Frederick Exley

Cuando me recomendaron esta novela mi primer impulso fue decir NO. Es que yo tengo alergia al deporte, ¿saben?, y una novela de 400 páginas tratando el asunto y con un protagonista que suponía –por razones obvias- fanático, además, pues no me parecía el plan más atractivo para un sábado por la tarde, para qué nos vamos a engañar. Igualmente me hice con él (cosas de la fe ciega en según quién) y, casualidades de la vida, precisamente fue un sábado cuando me senté bajo una higuera a ver qué pinta tenía aquello. Tardé cuatro días en leerlo. Esa pinta tenía. 

Porque “Desventuras…” no trata de un fanático del deporte sino de un fanático del alcohol aficionado al futbol americano. Cambia de cojones, la cosa. De hecho originalmente la novela se llama “A fan´s notes. A fictional memoir”, un título con diferencia mucho más apetecible. ¿En qué piensan algunos editores cuando ponen los títulos, me pregunto? ¿Creían acaso que haciéndolo así conseguirían que los aficionados al deporte equis se tirasen de cabeza a la novela cuando fuesen a comprarse un plasma a la Fnac para ver las olimpiadas en HD? En fin... 

Exley, el autor, es también el protagonista. Para los que no sean mucho de letras, eso es lo que se quiere dar a entender con “a fictional memoir”. Pues bien, Exley, el autor, decía, a poco que haya dicho la verdad fue un borrachuzas de padre muy señor nuestro. Y un vago, también, redomado además. Pero sobre todo un escritor excepcional. Mi héroe. El tío, si no me equivoco, no sólo fue capaz de vivir casi toda su vida sin dar palo al agua, sino que llegó a casarse (cómo pudo un tipo como él enamorar a una mujer es una cuestión a la que únicamente da respuesta la lectura de la novela), llegó a tener hijos y aún así se las arregló para no estar sobrio más que en momentos puntuales (como aquellas largas jornadas que se pasó en algún manicomio psiquiátrico.) 

La gracia del chiste está en que una novela con un personaje de estas características, que además no hace nada de provecho en su vida, pueda no sólo resultar interesante sino ser además un relato sorprendentemente lúcido y divertido de la América de entonces (hablamos de mediados del siglo XX). Terminada la lectura le queda a uno la sensación de haber aprovechado bien el tiempo, lo cual, visto el panorama actual, es todo un logro. En cambio, a la hora de explicarles de qué trata no sabría muy bien por dónde empezar, ni siquiera si vale realmente la pena el esfuerzo. Es decir, ¿aportaría algo si les cuento que detrás del alcoholismo del protagonista hay un vivir permanentemente a la sombra de un padre perfecto o que el futbol, y más concretamente ese fanatismo deportivo, esconde la necesidad de un referente en el que volcar todas las esperanzas una vez ha fracaso su intento de ser alguien? No, claro que no; no serviría de nada y por eso no voy a perder más tiempo con esta reseña. Hay libros que valen la pena independientemente de la historia que cuentan y seguramente “Desventuras de un fanático del deporte” sin ser el mejor, ni de los más grandes, es uno de ellos.



lunes, 27 de agosto de 2012

“La contabilidad privada de Christie Malry” de B.S. Johnson


B. S. Johnson (Londres, 1933-1973) fue narrador, poeta, dramaturgo, crítico literario, realizador cinematográfico y productor televisivo. […] A partir de 1963 Johnson dio a luz una serie de novelas comprometidas con la exploración formal, en muchas ocasiones centrada en aspectos propiamente físicos y tipográficos, y con la honestidad narrativa: no en vano consideraba sus obras «verdades en forma de novela». […] se suicidó a los cuarenta años agobiado por problemas familiares y deprimido por la falta de aceptación de sus propuestas. […] (Fuente: Libros del Silencio



[Sinopsis] Christie Malry es un joven humilde que ambiciona estar cerca del dinero del que carece. Por ello acepta empezar a trabajar como empleado bancario, pero el ambiente gris y asfixiante pronto le convencerá de que debe buscar nuevos escenarios en los que perseguir sus objetivos. Hacerse contable, su siguiente movimiento, no le acercará más al éxito, pero sí le hará descubrir la herramienta esencial para alumbrar la Gran Idea que dará sentido a su existencia: la contabilidad por partida doble, que Christie adoptará para hacer, literalmente, balance de daños y beneficios en su relación cada vez más turbulenta con un mundo que percibe injusto y despiadado, y contra el que se declara en guerra abierta. (Fuente: Libros del Silencio



“El sistema de partida doble es el método o sistema de registro de las operaciones más usado en la contabilidad. Este se asemeja a una balanza ya que tienen que estar en iguales condiciones para estar en equilibrio. Aquí tiene que ver dos palabras: el deber y el haber. El deber es debitar, cargar o deudora, entre otras palabras débito. El haber es acreditar, abonar, entre otras palabras, crédito.” (Fuente: Wikipedia



Capítulo 21
En el que Christie y yo lo revelamos todo;
y que bien pueden ustedes saltarse

- Christie – le previne-. Me parece que esta novela no se puede extender mucho más.
- Tranquilo – dijo amablemente Christie-. No te preocupes. Para nosotros la extensión no es lo importante, ¿no? ¿Para qué derrochar todo el tiempo libre de un mes leyendo una novela de mil páginas, cuando en una sola velada se puede tener la experiencia estética comparable en el teatro o el cine? Escribir una novela es en sí un acto anacrónico: solo era relevante para una sociedad y un conjunto de condiciones sociales que ya no existen.
- Me alegra que no te cueste entenderme –dije aliviado.
- Hoy la novela únicamente debería proponerse ser divertida, brutal y corta –epigramatizó Christie
- Ni yo lo mismo lo hubiera expresado mejor –dije, complacido- Ya he dicho todo lo que tenía que decir, o en todo caso lo habré dicho en veintidós páginas más, así que probablemente…
- ¿O sea que me queda muy poco? –interrumpió Christie
- Sí, Christie. Pero sigues hasta el final –lo tranquilicé, y continué yo también-. Seguro que ningún lector ni lectora querrá que invente más cosas. No le será nada difícil extrapolar a partir de lo que ha pasado hasta aquí.
- Si es que hay lectores –dijo Christie-. La mayoría no va a querer leerla.
- Los políticos, la policía, ciertos educadores y muchos otros tratan a la “mayoría” como idiotas.
- ¿Entonces los novelistas también pueden?
- Al contrario. “La mayoría” hace bien en no leer más novelas.
- Eso ya lo habías dicho.
- Y es muy probable que lo diga de nuevo, porque es cierto.
Una pausa. Luego Christie dijo de golpe:
- ¿Tu obra es un constante diálogo con la forma?
- Si quieres –contesté con timidez.
- En varias cosas más que eso –dijo generosamente Christie-. Ah, llegar a ser crítico, ¡qué aspiración sublime! Cierto que esta novela hay demasiados signos de admiración.
Otra pausa. En lo que parecía el burdel de enfrente, una muchacha tendió la camisa de alguien a quien llamaremos su chulo. Christie sonrió, benévolo, y se volvió hacia mí.
- Pero sigo un rato más, ¿no?
- Desde luego –volví a tranquilizarlo.
- ¿Hasta que lo tenga todo?
- Sí, Christie, hasta que lo tengas todo.



y 5 
la reseña 

“La contabilidad privada…” es una novela chiquitita -unas doscientas páginas- que no supera las 25 o 30 mil palabras. La historia ya la han visto más arriba: Christie es un joven que tiene la feliz idea de aplicar en su vida diaria el sistema contable de partida doble: anota en el debe los agravios que le infringe la sociedad y en el haber aquellos que él provoca con ánimo de compensar la injusticia y desigualdad del balance resultante. La pregunta es, ¿cómo se las arreglará Christie para devolverle a la sociedad el mal que ésta le ha hecho? Pues si quieren saberlo, se leen ustedes la novela. 

Una propuesta interesante, esta. De hecho lo mejor de la novela es la forma, sin desmerecer el fondo, tan de actualidad, por otro lado, ya verán: basta imaginar qué ocurriría si a todos nosotros, con la que estamos recibiendo últimamente, nos diera por hacer también balance, anotando en el debe los continuos agravios y planeando las compensaciones del haber. Es de suponer que, viendo lo desmedido del asunto, acabaríamos teniendo que recurrir a métodos un tanto expeditivos tipo bombardear senados, congresos, diputaciones, ayuntamientos y bancos, claro, muchos bancos. 

Tengo que reconocer que el estilo de Johnson me pilló completamente por sorpresa y supongo que esto ha jugado en favor de mi valoración de la novela. Quiero decir que todo eso que les cuento en los cuatro apartados anteriores era algo que yo ignoraba completamente (mi acercamiento a algunas novelas es puramente instintivo) y fue leyendo cómo descubrí la divertida propuesta del hasta ahora desconocido señor Johnson: meter la nariz en la novela, jugar con el lector, animarlo, estimularlo, provocarlo, nunca burlarse de él sino todo lo contrario, hacerle comprender que todo lo que se dice es de vital importancia y ahorrarle (algo digno de admiración) aquellas partes inútiles tan propias de la novela tipo descripción de personajes e inutilidades argumentales varias. En este sentido me recordó mucho al Tom Jones de Fielding (verborrea aparte) lo cual viene a ser un cumplido de morirte. 

Christie, pues, era de silueta, altura, peso, complexión y tez corrientes. Que cada cual haga de él lo que quiera: probablemente lo hará a imagen de sí mismo. Sobre todo, tienen ustedes libertad total en cuestión de lunares y máculas, siempre y cuando tenga al menos uno por cada grupo.






lunes, 20 de agosto de 2012

“Subte” de Rafael Pinedo


Si en el país de los ciegos el tuerto es el rey es de suponer que en el país de las sombras lo sean los ciegos. Esto es así aquí y en Pekín, y en Subte (que vendrá a querer decir subterráneo, digo yo) los ciegos, al igual que en el relato de Sábato incluido en “Sobre héroes y tumbas”, vuelven a ser los villanos más hijos de puta que ha dado la literatura. Exagero, claro, siempre. Pero esta reseña no debería empezar así. 

Subte es una novela de 92 páginas con mucho salto (de página, je) y un interlineado generoso. Es tanto así que casi puede llevar más tiempo leerla que escribirla. Subte es el tipo de novela perfecta para leer en la cafetería de la Fnac uno de esos tristes días de invierno (acuérdense después de dejarla debajo de la pila para devolverle la forma, no sean cabrones). También vale para la playa, pero no es lo mismo porque no te puedes meter en el papel si no es enterrándote en la arena. Basta de gilipolleces. Es, Subte, el final de una trilogía apocalíptica sobre la deshumanización. La primera, y con diferencia la mejor, fue Plop; la segunda, algo más floja pero igualmente interesante, Frío. Esta, a medio camino entre la una y la otra, es la tercera y última (cosas de trilogías). Después de esto Pinedo murió, aunque es de suponer que no de agotamiento. Hubiera sido bonito disponer de una edición conjunta pero es verdad que comercialmente funciona mejor así. En cualquier caso, haberemus reedición. Al tiempus

Subte cuenta la historia de una jovencísima mujer embarazada de ocho meses que malvive bajo la tierra con el resto de sus congéneres, obligados todos ellos a tal circunstancia por no se sabe qué mierda de contaminación lumínica o solar o algo así de adverso. Esta chica, que no ve tres en un burro, baja, escapando de unos lobos, por el hueco de un ascensor de lo que parece una vieja mina, llegando al subsuelo del subsuelo, donde viven, ahora sí, los putos ciegos que son como la piel del demonio de malos. Dos estratos, dos sociedades: los unos viviendo en las penumbras, los otros en completa oscuridad pero ambos intensamente ritualistas y, al igual que en el resto de la trilogía, con especial querencia por el sexo salvaje. (Tan salvaje, de hecho, que no sabría yo con cuál quedarme si me viese en el apuro de tener que decidir. Puede que algo menos tolerantes sean los ciegos aunque el control de natalidad de los, digamos, tuertos, sea tan de hacérselo mirar que solito ello equilibre la balanza de la desdicha.)

Y no hay mucho más que decir. Quizá advertir a interesados que su condición de trilogía no implica que sea necesario leer las obras anteriores para entender y/o disfrutar esta, aunque sí es verdad en conjunto, gana, quizá porque así se le perdona la acusada falta de desarrollo argumental. Hay quien dice, y no le falta razón, que por momentos parece un borrador, dando a entender que eso es un poco pasarse. Por otro lado para contar este tipo de historia tampoco es necesario el formato novela-río. Es más, la contundente prosa de Pinedo invita al trazo grueso y la parquedad narrativa. (Nótese que en los abismos insondables de las grutas mineras las extensas descripciones paisajistas puede perfectamente ser sustituidas por el siempre recurrente se golpeó la cabeza contra un saliente de la pared, pero siguió caminando. (Pinedo con esto hace cuatro frases.)) 

Resumiendo: tres historias completamente diferentes cuyo único punto en común es tener el fin de los tiempos de fondo y de las que se puede extraer la siguiente moraleja: que para sobrevivir hay que ser más bruto que un arado (que no era un secreto tampoco, esto, vaya) y que por muy mal que lo estés pasando en la vida, por muy precarias que sean las condiciones y por muy próximo que veas tu final, no hay excusa para no echar un polvete. 




Anexo 

A continuación les dejo un extracto de las reseñas que escribí en su momento sobre resto de la trilogía. Sigan el enlace para leerlas enteras (si les apetece, vaya). 


PLOP. La relación que existe entre “La carretera” (2006) y “Plop” (2004) en este sentido en mayúscula. En ambas se suceden ininterrumpidamente los actos de crueldad sin límite; en ambas el entorno es tan hostil como las propias seres que lo habitan; en ambas ignoramos los motivos que conducen a ese apocalipsis; en ambas la infancia es la gran perdedora y al mismo tiempo los niños parecen ser los únicos capaces de transmitir cierta ternura, de humanizar a quien los atiende; y el sexo, en ambos casos, no es exclusivamente una cuestión de placer. Especialmente en “Plop” hay tras ello mucho más: sexo placer, sí, pero también sexo dominación, sexo traición, sexo castigo, sexo humillación. (LEER MAS




FRÍO. Esto va del apocalipsis, again. Si en la primera parte (Plop) lo peor era ver el maltrato infantil, la amoralidad general y cómo se follaban todos a todos sin miramientos ahora la cosa va de pasarlo peor que mal con el cambio climático que después de una revisión de la prima de riesgo es lo peor que le puede pasar al ser humano. Pudiera ser perfectamente un paso atrás ya que aquí, en Frío, parece que esté a punto de ocurrir lo que ocurre en Plop. Un poco rollito precuela, pues, y está por ver si en la tercera parte no se nos contará qué tiene la culpa de todo o si realmente no se habrá equivocado el becario de Salto de Página y las habrá ido pasando a edición en el orden equivocado. (LEER MÁS)





lunes, 13 de agosto de 2012

“Atlas descrito por el cielo” de Goran Petrovic

Tengo un problema con la reseña de esta novela. Antes de este párrafo escribí otro, que acabo de borrar, hace cosa un mes. Ya entonces sabía que no hacer la reseña inmediatamente después de la lectura me condenaría a ser terriblemente injusto con la novela y lo que es casi peor, me garantizaría escribir no una mala reseña sino directamente una reseña de mierda, que es exactamente lo que va a pasar ahora. Como les supongo acostumbrados, sigo. 

Mientras escribo el párrafo anterior me acuerdo de las anotaciones que hice en su momento en los márgenes del libro y de las etiquetas adhesivas de colores sobresaliendo del lomo, pero me acuerdo de ellas como me acuerdo de aquello a lo que el tiempo puede restar importancia. Me acuerdo de ellas pero no me apetece subir a buscar el libro dichoso, no me apetece bajarlo, abrirlo, buscar las notas, releerlas, no me apetece transcribirlas y mucho menos me apetece montar un post en base a ellas, cerrar el libro y volver a subirlo. No me apetece, honestamente; no me apetece NADA. En ese sentido soy como el lirón del cuento de Boffa: cuando quiero dormir sólo quiero dormir, no coger bellotas ni hacer el amor ni procrear ni todas esas otras vulgaridades. Ahora sólo quiero escribir la reseña de esta novela con lo que de ella me queda en el recuerdo. 

Pero no les explicado de qué trata la novela. El narrador, Petrovic (aquí el Cartógrafo) quiere dibujar un mapa que sirva para que el lector se haga una idea del terreno que atraviesa durante la lectura. El mapa sería la propia novela. Esto, traducido al cristiano, quiere decir que nos vayamos preparando para no enterarnos de casi hasta el final (y aún así, a ver). Todo empieza cuando los habitantes de una casa deciden quitarse el tejado de encima (valga la redundancia) para disfrutar de las ventajas de tener un techo azulado durante el día y estrellado por la noche. Aquí arrancan las analogías: este acto puede ser lo mismo de rebeldía que una declaración de intenciones tipo no aceptamos limitaciones de ninguna clase. Creo recordar que la razón de tamaño despropósito se explica en algún momento pero tampoco es que tenga especial importancia. En el conjunto de la obra la propia obra se difumina. Esto no tiene nada de sorprendente porque “Atlas descrito por el cielo” está escrito con la materia con que se tejen los sueños, que diría aquel, y es mejor no tener muy en cuenta ni las leyes de la física ni los hilos narrativos. Acabada y reposada la novela no queda el recuerdo de la historia sino de aquello que la hace posible; quedan los detalles que, tomados de forma individual resultan insignificantes pero que sumados conforman un universo o un territorio inexplorable (que no inexplorado). 

La novela es una sucesión de acontecimientos, de reflexiones, de historias, de anécdotas, de pies de página explicativos, de unos lienzos geniales construidos con palabras que sirven de punto de apoyo a la narración, de amor -de mucho amor, maldito amor- de fantasía y de magia. En este mundo tan particular, esto último, la magia –una magia discreta de bolsas de conjuros o de espejos parlanchines, no del bien y el mal enfrentados en un castillo o un colegio mayor- es una realidad para todos aquellos que creen que es posible vivir en casas sin tejados. 

Leyendo los párrafos anteriores me doy cuenta de que no queda claro si queda claro si me ha gustado o no la novela. Digamos que no lo sé. Digamos que sin ser mucho de mi estilo no soy tan obtuso como para no saber apreciarla en lo que vale. Tengo por ahí recuerdos dulces de ciertas cosas pero también algunos amargos. Entre los primeros están esos pequeños detalles de los que hablaba antes que dan forma a esa imposible realidad y los lienzos relatados que cierran abriendo cada capítulo. Entre los segundos, los amargos, está el buenismo general que respira, por ejemplo. Y es que tanto rollo hippie me irrita. Sé que esto es un problema exclusivamente mío. Tampoco me entusiasma ese dar a lo fantástico excesivo protagonismo, esto es, el recrearse en exceso en las imágenes sugeridas y muy poco en la psicología de los personajes. Hubiese preferido menos explicaciones a cambio de una historia con más… gancho. Y es que a Petrovic, en ocasiones, parece que se le vaya la mano con tanto detalle y tanta maravilla, con tanta metáfora y tanta belleza, con tanto personaje arrebatador y tanta pulsión amorosa para tan poco follar. El resultado, al menos en mi caso, ha sido una sobresaturación de información las más de las veces –esto lo sé ahora, dos meses después-; una información en ocasiones bastante inútil si, como en mi caso, uno tiene poco interés por la decoración de interiores. 

En cualquier caso Petrovic se presenta como un narrador estimulante cuya imaginación me hace pensar en un Borges romántico y de ahí ese posicionarme dentro y fuera al mismo tiempo. Se dice, se cuenta, se rumorea que “La mano de la buena fortuna”, la novela [creo que] anterior del escritor, es algo mejor o más interesante o algún más de esos. Veremos.


lunes, 6 de agosto de 2012

“Cuando Lázaro anduvo” de Fernando Royuela


En esta novela, el argumento (“Lázaro, un anodino empleado de banca y padre de familia, muere en el hospital en el que es ingresado de urgencia. A las pocas horas resucita. Sus hermanas, Marta y María, están a su lado") es lo de menos porque en esta novela el argumento, es decir, aquello que ocurre y mantiene vivo nuestro interés, es sólo una excusa para recopilar instantes y las reflexiones que a estos acompañan. Se lo explico con más detalle en dos minutos.

*  *  *  *  *  * 

De Royuela dicen que es maravillosa “La mala muerte” pero está jodida de conseguir y no he tenido el placer. Me conformé, hace unos meses, con hacerme con “Callejero de Judas” total para dejarla secar en alguna carpeta. Con esto quiero decir que esta novela (“Cuando Lázaro anduvo”) es mi primer acercamiento al escritor. No he visto en la contraportada que sea una segunda parte, ni un homenaje, ni una obra continuista de nada por lo tanto voy a suponer que, al menos en este caso, mi ignorancia no tiene porqué afectar a mi entendimiento y, por descontado, a mi buen hacer habitual.

Cuando empiezo a leer esta novela pienso: bien, esto irá de explicarnos las consecuencias de una resurrección en los tiempos que corren y de plantear la eterna pregunta, aquella para la que todo el mundo tiene respuesta: ¿qué ocurriría si otro hijo de dios -gemelo univitelino, pongamos por caso, del otro- viniese hoy a la tierra a predicar o milagrear? ¿Le haríamos el mismo caso que se le hizo al otro, a su hermano? Por alguna razón -mi acostumbrado buenismo- me resisto a creer que nadie en su sano juicio, a excepción, seguramente, de José Saramago, especialista en premisas imposibles, dedicaría 400 páginas a semejante chorrada. Me equivoqué.

 "¿Creería alguien a Jesucristo si hoy en día saliera a predicar sus enseñanzas por los centros comerciales? ¿Qué sucedería si en un hipermercado, junto a la góndola de las ofertas, empezara a decir que él es la luz y la salvación y que los que sigan su camino vivirán para siempre? La gente entraría en pánico, llamarían de inmediato a los vigilantes de seguridad y les dirían que un loco, probablemente peligroso, andaba suelto por donde los yogures. Le echarían de allí a patadas, sin prestarle ninguna credibilidad, sin escucharles siquiera dos palabras." (Pág. 368)

Si tuviese que apostar diría que “Cuando Lázaro anduvo” es el dietario sociopolítico de Fernando Royuela y poco más. La resurrección de Lázaro, y las consecuencias que esto tiene, no son más que la excusa para que el escritor nos ponga al corriente de su parecer en torno a: TODO. Cada capítulo (29 de los 31) empieza del siguiente modo: Cuando Lázaro anduvo…. ocurría tal cosa en Siria o Mozambique o la prima de riesgo estaba así o asá o las hipotecas estaban por los suelos o la crisis moral campaba a sus anchas o el presidente americano hacía esto o lo otro o qué se yo. A ver si me explico: pongamos que Royuela resucita a su Lázaro un quince de noviembre, por ejemplo, del año pasado. Pues bien, ese día y el anterior y los tres o cuatro o cinco siguientes Royuela se compra El País y El mundo y se baja el torrent de Informe Semanal o se da una panzada del 24h. De todo esto saca veintinueve noticias destacadas; serían asuntos que, en su opinión, servirían para reflejar lo malito que está el mundo, su falta de ética y tal. Esto lo sabremos porque Royuela no evitará escribir la novela, ni comentar las noticias, sin dejar claro -como narrador que es- su parecer y así los malos serán siempre los ricos y poderosos y los buenos los pobres y miserables que eso lo saben hasta los más derechones.

Les voy a poner dos ejemplos: El primero: Capítulo 23. “Cuando Lázaro anduvo, Mehmet Ali Agca, el terrorista que en 1981 intentó asesinar al papa Wojtyla, salió de la cárcel tras cumplir condena. […]” A esto siguen algo así como dos páginas explicando la película, lo del papamóvil y tal. Inmediatamente después, esto otro: “Cuando Lázaro anduvo, Margarita, como todas las noches, colocó los platos de la cena en la mesa del comedor. A ella le traía sin cuidado la excarcelación de Ali Agca o sus veleidades místicas monoteístas.” Pues eso: a Margarita le traía aquello sin cuidado ergo ya me dirán a santo de qué viene hacernos perder el tiempo con tamaña soplapollez. Otro ejemplo, el segundo, es el rescate de una noticia que (no tengo el libro a mano, hablo de memoria) cuenta el caso de un chef que usaba o proponía usar o se le pasó por la cabeza usar leche materna para hacer queso. Explicado el caso, cual artículo periodístico, el capítulo continua del siguiente modo: "Al doctor Ruiz no le hacía demasiada gracia el queso fresco y es probable que estando en su sano juicio jamás condescendiera en probar un bocado de queso elaborado con leche materna." Y ya está. A partir de este momento el caso del queso deja de tener importancia. Pues esto así treinta y nueve capítulos que lo único que consiguen es dilatar una historia que de otro modo no daría ni para cincuenta páginas y que únicamente explican las consecuencias médicas, políticas y sociales inmediatas a una resurrección. 

Vaya por delante que personalmente estoy completamente de acuerdo con el narrador en (creo que) todos y cada uno de sus pereceres. Esto lo digo para que nadie piense que soy un fastizoide arremetiendo contra el Rojo Rayuela sólo por darme el gusto. No. Yo el gusto me lo doy igualmente sin tener que escudarme en ideologías de bote porque hay en la novela razones más que suficientes para la crítica. Esta que les acabo de narrar en el párrafo anterior es la primera y fundamental aunque también podríamos hablar, por ejemplo, de la prosa que en esta novela que, después de todo lo bueno que he leído sobre él, me parece de lo más normalito no viendo en ella asomo alguno de ese barroquismo que tanto se le alaba. Esto no es una crítica a su estilo sino a todos aquellos que venden la prosa de este señor como uno de los grandes atractivos de esta novela en concreto y todas las demás en particular. Podría también echarle en cara la inclusión de citas de la enciclopedia, la transcripción exacta de un anuncio de yogures o mierda de personajes que ha dibujado, rayando siempre el estereotipo: desde el anodino Lázaro, pasando por su infeliz esposa o la díscola de su hermana pequeña o la devota feligresa que es la mayor. A estos hay que añadir al blogger oportunista (Al blogger Ramírez no le confundían, él sabía la verdad del mundo, él era un hombre enterado, y aquellos que están bien informados son más difíciles de engañar) o al joven músico cerdo extranjero que sólo quiere follarse a la hija del protagonista que a su vez sólo quiere follarse al joven músico cerdo extranjero (Victoria era atractiva y le encantaba follar. Se volvía loca. Tenía unos orgasmos largos e impetuosos. Nunca se saciaba. [El susodicho]No la dejaría por nada del mundo, por lo menos hasta que se hartara de ella como ya se había hartado de otras chicas anteriores.). Y así unos cuantos demasiados.

Resumiendo: "Cuando Lázaro anduvo" cuenta una pequeña (aunque dilatada) historia de escaso o nulo interés que se ahoga entre tanta reflexión. Es probablemente la novela más políticamente correcta que he leído en mucho tiempo lo que la aleja bastante de cualquier cumplido que pueda o quiera hacerle. Es tan de darle la razón que da un poco de asco, la verdad. Altamente desaconsejable no tanto por mala como por mediocre, aburrida o irregular.

jueves, 2 de agosto de 2012

Segundo Aniversario LMdT



No me van a creer (entre otras cosas porque no lo voy a cumplir) pero hoy no tenía intención de hablar de literatura. A lo que yo venía realmente era a invitarles a unos pinchitos y un vino (hay zumo para los más jóvenes, que sé que los hay). El motivo ya lo han visto: LMdT celebra su segundo aniversario. Esto sólo puede significar una cosa: tal día como hoy (más/menos) hace dos años nació este blog. Fue un parto fácil, lo recuerdo perfectamente; no hubo tiempo ni de poner la epidural. La crianza ya no tanto. Qué de noches en vela, qué de gritos, qué de llantos desconsolados. Me refiero a los ajenos, claro, no a los propios. Es más, desde aquí dentro qué de risas, qué de carcajadas de mearse encima. Confieso haberme sentido fatal por divertirme tanto a costa de los demás. Fue una sola vez, lo recuerdo perfectamente; me duró dos minutos y veintisiete segundos y ya nunca más. 

Si hay algo que he aprendido en estos dos años de vida virtual es lo siguiente: un considerable cantidad de escritores -y otros parásitos literarios- tienen pinta de ser una panda de imbéciles como no se ha visto otra en la historia de la humanidad. Si me obligasen a ser completamente sincero tendría que reconocer que esta idea tan peregrina y con tan poco fundamento tiene su origen en la constatación brutal –que diría aquel- de una realidad en la llevo sumergido los últimos dos años: el mundo literario actual, y más concretamente el que incluye a escritores y reseñistas (suplementos culturales a la cabeza), APESTA. Son repugnantes, despreciables, insufribles. Hay un nivel de imbecilidad egomaníaca tal en esta esfera literaria –nacional, concretamente, que es la que mejor conozco- que cuesta creer que haya un sólo ser humano dispuesto a confiar de lo que se dice de cualquier libro escrito en los últimos cincuenta años. (Comentario 1) Pero ahí estamos. Y yo el primero. Esto es lo que pasa cuando se monta un blog de crítica literaria y no de hortalizas (Comentario 2). A la fuerza se ha de acabar mal de algo.



En cualquier caso: han sido dos años estupendísimos de morirse (a excepción de ese pequeño hartazgo de hace unos meses que a punto estuvo de mandarlo todo al carajo). Vaya esto por delante: muchas gracias a todos: a unos por las visitas silenciosas, a otros por los comentarios, los buenos y los malos. Entiendo que no siempre es agradable participar en un blog en el que a uno pueden atacarle de forma tan gratuita pero tengo el convencimiento de que, en general, a toda aportación se le puede sacar algo de provecho y de que es en las discusiones (unas más apasionadas que otras) dónde se aprende. Nunca he sacado nada en limpio del silencio y desde luego no tengo el menor interés en que sea mi voz la única que se escuche y no porque no me siente bien el púlpito (todo lo contrario) sino porque muchas veces leo rápido, leo mal, leo sin suficiente interés o con escasa concentración y por eso espero, deseo,  que los comentarios, de haberlos, sirvan para corregir mis muchos errores; que sean una extensión de la reseña, en definitiva, y que ésta (la reseña) sea nada más que un punto de partida. 

Nuevamente gracias.