jueves, 24 de octubre de 2013

“Epiléptico. La Ascensión del Gran Mal” de David B.


Este blog tiene muchos defectos, pero no todos. Entre los que NO tiene, están los comentaristas. Sí, ya sé, hay de todo, claro, pero en general se nota que es buena gente, cariñosa y tal. Pues bien, esta gente tan buena (en su mayoría) y tan simpática (siempre) a veces parece que se levante en estado de gracia y entre las muchas recomendaciones que hace (más o menos interesadas) deja caer alguna de un libro a la que seguramente de otro modo no hubiese llegado. La típica recomendación que te alegra el mes.

Pues tal cual hace unos días, en el post de Pancho Villa y la toma de Zacatecas. La novela recomendada era gráfica, pero aquí no le hacemos ascos a nada: ni a los microrrelatos, ni a la poesía y mucho menos a los dibujitos.

“Epiléptico” es un tomazo de casi cuatrocientas páginas (aunque parecen más) que recopila los seis volúmenes que conforman la serie “La ascensión del gran mal” publicada por la misma editorial hace cosa de diez años. Se dice, se cuenta, se rumorea, que el formato gana mucho en la edición separada. Doy fe. Pero no siempre se puede elegir y además así, toda juntita, cuesta unos veinte eurillos miserables, que es un precio mejor que bueno a la vista del resultado. Está escrito y dibujado por David B., un ser humano que hasta la semana pasada era, para servidor, un completo desconocido. 

Y hasta aquí la introducción.

* * * * * * * *

“Epiléptico” es una historia autobiográfica. El autor cuenta su experiencia personal como hermano de un epiléptico, pero no uno de esos que tienen un ataque al año, que no parecen enfermos ni nada, que ni te enteras de que están en casa, sino de los otros, los que tienen tres ataques diarios, los que a la mínima, caen; los que te condenan a ser ángel guardián sin vocación. Claro, esto no es fácil de llevar ni cuando eres niño, en el patio del colegio, ni cuando eres adulto en la cola del paro. David B. (nombre artístico) es el ejemplo perfecto de tal desgracia y dedica 370 páginas a relatar y dibujar la experiencia letal de tener un hermano que es una como losa en tu vida.

El comic, además de contar que David zapateaba a su hermano mientras éste tenía un ataque (no hay como la familia para darte una paliza), narra la odiosea de unos padres que recurren a cualquier cosa, lo que sea, para curar o mejorar la vida de su hijo (el enfermo, se entiende). Lo prueban absolutamente todo, hasta lo más descabellado. Y cuando digo todo no exagero tanto como de costumbre. Prueban la «macrobiótica, la neurocirugía, la antipsiquiatría, la videncia, el espiritismo, la antroposofía, el vudú, los exorcistas, los charlatanes, el magnetismo, los gurús, las terapias alternativas, la musicoterapia, etc». Hacen algo más que informarse: se meten hasta las orejas. Es aquí, en cada uno de estas estaciones del particular vía crucis de la familia B., donde, tanto la historia como el dibujo (fantástico el dibujo en su exceso, barroco unas veces, exageradamente simple otras, inquietante siempre...) brillan especialmente. 

Quitando momentos puntuales de cierto tedio (en ocasiones David entra demasiado en algunos detalles innecesarios de la biografía familiar y chorradas varias que, en definitiva, nada tienen que ver con la cuestión que da título a la novela) en general la historia transcurre sin grandes altibajos y siempre en progresión ascendente; siempre encaminándose a una locura que se intuye inevitable, incluyendo odios viscerales y el deseo inconfesable de que el cabrón de tu hermano se muera de una puta vez; ser consciente de que la muerte de un ser querido débil y resignado, víctima inocente dónde las haya, es el única forma de alcanzar la propia felicidad.

Porque todo esto, no lo olvidemos, está siempre, siempre, planteado desde la perspectiva de David; no del enfermo, no del que ha de renunciar a sus estudios o al matrimonio o a tener una vida laboral y una hipoteca indecente como todo el mundo, sino del otro, del que sufre las consecuencias de la epilepsia de otro; del que ha tenido la mala suerte de nacer en esa familia de mierda. La enfermedad de David es tener un hermano enfermo. 

Una recomendación cojonuda. Gracias.




5 comentarios:

  1. No te engañes, Tongoy. Nadie es nunca inocente del todo. Gracias por la recomendación.

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  2. En nada te veo reseñando aventuras gráficas, (empieza por Monkey Island :).

    Y para cuando te vuelvan a entrar ganas de dibujitos te recomiendo "El gato del rabino", de J. Sfar. Es un verdadero profiterol.

    Gracias por la recomendación.

    Abrazos

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  3. Bueno, bueno, no te has cebado, aunque yo no le veo ninguna chorrada sobrante; aunque admiro que soy de ir encumbrando las (poquitas) cosas que me gustan de verdad como si no tuvieran defectos y no hubiera un mañana.
    El tebeíto este es la rehostia, dibujillos incluidos. Me gustaría que alguien me señalara una novela actual que le llegue a las suelas.

    (Abro paraguas.)

    Sfar es cojonudo, pero David B. es otro nivel.

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    1. Fe de erratas: lo admiro sin lugar a dudas, pero quise decir admito.

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  4. Las editoriales (y ojo que aquín hablamos de Sins entido, que se dedica específicamente a editar cómic) parecen olvidar que editar cómic no es como editar literatura. Un libro (estoy generalizando) puede editarse en mil formatos diferentes "sin menoscabo de su esencia", como dicen los juristas. Un cómic no. Un cómic es un medio visual que el autor elabora pensando desde el inicio en qué condiciones materiales será editado, lo cual condicionará gran parte de sus elecciones. Y eso es algo que todo editor que pretenda respetar al autor y a la obra debe asumir.

    Dicho de otro modo, reducir el tamaño de esta obra (y de otras muchas) impide que el mensaje del autor llegue en las condiciones en que éste lo emitió. Quizá a alguien le parezca que dramatizo demasiado. Yo creo que no, creo que no respetar el formato original de una obra es simplemente no respetarla.

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