jueves, 26 de diciembre de 2013

“El ruletista” de Mircea Cărtărescu

Cărtărescu es, para unos, el mejor escritor de Rumanía; para otros, un perfecto desconocido. Eterno candidato al Nobel. Carne de quiniela. En lo personal Cărtărescu es, desde hace un par de meses, una espinita que tenía yo clavada y que me he quitado con la lectura de este libro (que he elegido por breve y por esas cosas que tienen tanto que ver con las recomendaciones robadas en la red, y esa suerte de común acuerdo que se alcanza tan pocas veces sobre lo que debe ser una obra maestra).

Recuerdo haber visto, hará cosa de diez años (según imdb, no más de ocho), una película francesa llamada 13 Tzameti. Trataba sobre un chaval que iba algo escaso de dinero cuando daba por casualidad con la forma de entrar en un circuito de ruletistas (de ruleta rusa, se entiende). A cambio de jugarse la vida, se sacaba un buen dinerillo. La cosa era bastante aburrida, creo recordar, pero la idea de las apuestas y el juego en sí no estaba falto de interés. Lo que viene siendo una idea mal desarrollada seguramente porque la historia, que no merecía más de media hora, se alargaba hasta unos eternos 95 minutos. El director, Géla Babluani, repitió experiencia en las Américas cinco años después, en un remake protagonizado por Mickey Rourke y Jason Stathman que no llegué a ver.

No sé si el bueno de Babluani leyó el relato que Cărtărescu intentó publicar sin éxito (maldita censura) en 1989 y que no vio la luz hasta 1993 pero es de suponer que sí y es de suponerlo por varias razones: la primera es el tema (si obviamos ciertos detalles), la segunda es esa sensación de la historia estaba basada en un relato corto, tan corto como pudiera ser el de Cărtărescu que se lee en poco menos de una hora. En cualquier caso, leyendo uno y viendo el otro, queda claro lo que es un buen escritor y lo que es un mal director: es difícil no ser capaz de trasladar a la pantalla ni una sola idea interesante de las doscientas que hay entre las cincuenta o sesenta páginas que pueda tener el relato. (Vamos a evitar el recurso fácil de trasladar este ejemplo al plano exclusivamente literario de extensas novelas de contenido cero).



Pero estoy divagando.

En El ruletista un señor escritor muy mayor muy mayor muy mayor narra la historia de un hombre al que un día conoció, un pobre infeliz, un delincuente no especialmente inteligente, que de lo único que podía presumir era de tener muy mala suerte. Un buen día este escritor, tras perderle la pista, se lo vuelve a encontrar protagonizando el arriesgado deporte de ruletista. En el relato, inmediatamente detrás la figura de este sujeto-objeto está la del apostador, representado por hombres de nivel adquisitivo alto que se juegan en locales clandestinos la vida de otros hombres, generalmente pobres desgraciados que tienen ya muy poco que perder y sí, en cambio, mucho que ganar.

En el relato de Cărtărescu el ruletista alcanza un status como no se ha visto antes para alguien “de su clase”. Encadena éxito tras éxito y cada apuesta lo hace más y más rico hasta el punto de resultar incomprensibles las razones que lo llevan a arriesgarse más y más cada vez metiendo dos balas en recámara, tres, cuatro, cinco. Seis.

Personalmente me quedo, de entre todas las posibles lecturas, con aquella que habla del valor que muchos, con su desprecio, dan a la vida ajena: poco más que un pedazo de carne. El típico tema universal que, lamentablemente, nunca pasa de moda: los abusos que se permite el poder utilizando como excusa la economía. (Pilladito por los pelos, es verdad, pero me van a perdonar: últimamente se me acumula la indignación.)


jueves, 19 de diciembre de 2013

Recomendatorio salvaje [2010-2013]

Aprovechando que en Navidad el ambiente está cargado de buenos sentimientos y mejores intenciones, he pensado que no estaría de más publicar un post exclusivamente de recomendaciones, es decir, de aquellos libros que servidor disfrutó especialmente.

La cosa iba a quedarse en RECOMENDAR, nada más, pero cuando hice pública esta idea en Facebook, a una mente perversa se le ocurrió la maldad de invitarme a publicar también una lista de las PEORES lecturas. Lo que vendrían siendo recomendaciones en negativo. Y, claro, irrresistible tentación. 

Este post vendrá a ser el cielo, el purgatorio y el infierno de mis lecturas de los últimos cuatro años. Espero que disfruten tanto como yo he disfrutado aquello que fue y es, en mi opinión, digno de elogio. De igual modo espero que sean lo bastante prudentes para evitar aquello que no sirve ni para calzar una mesa. El Infierno está lleno de libros de los que no se me ocurre absolutamente nada bueno que decir.

Sólo tres cosas antes de empezar: Uno: el orden es de lectura, no de placer. Dos: he puesto, cuando ha sido posible, enlaces a las reseñas. (Esto incluye aquellas que no pasan de ser simples comentarios, como es el caso de "La niña del pelo raro"). Tres: el post incluye un regalito: una reseña inédita e inacabada de "La mala muerte" de Fernando Royuela. 


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EL CIELO

(Catálogo de (28) lecturas sobresalientes)


La niña que amaba las cerillas” de Gaetán Soucy
“Jakob Von Gunten” de Robert Walser
“Escuela de Mandarines” de Miguel Espinosa
“Ferdydurke” de Witold Gombrowicz
“Maestros antiguos” de Thomas Bernhard
“Ruido de Fondo” de Don Delillo
El gran cuaderno” de Agota Kristof
“1280 almas” de Jim Thompson
Opiniones de un payaso” de Heinrich Böll
Ágape se paga” de William Gaddis
Memorias del Subsuelo” de Fiodor Dostoievski
Heldenplazt” de Thomas Bernhard
El plantador de Tabaco” de John Barth
Gótico carpintero” de William Gaddis
“Jacques, el fatalista” de Denis Diderot
El padre muerto” de Donald Barthelme
Los mutilados” de Hermann Ungar
El desierto de los tártaros” de Dino Buzatti
“Tala” de Thomas Bernhard
“La señora Bovary” de Gustave Flaubert
Correspondencia” de Thomas Bernhard
El valle de los avasallados” de Réjean Ducharme
Incendios” de Wajdi Mouawad
Stoner” de John Williams
Todo como antes” de Kjell Askildsen
Donde dejé mi alma” de Jerome Ferrari
“Mire el pajarito” de Kurt Vonnegut
“Asterios Polyp” de David Mazzuccheli

(Cuando escribo/publico este post todavía no he terminado el que va camino de ser el mejor libro de 2013: “JOTA ERRE” de William Gaddis. Conviene que lo tengan en cuenta.)


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EL PURGATORIO

(Catálogo de (50) lecturas más o menos NOTABLES. (*))



“Todo lo que muere” de John Connolly
“Homer y Langley” - E.L. Doctorow
Ventajas de viajar en tren” – Antonio Orejudo
“Los bosques de Upsala” - Alvaro Colomer
“Rimbaud, el hijo” – Pierre Michon
“El papel de mi familia en la revolución mundial” de Bora Cosic
Plop” de Rafael Pinedo
La niña del pelo raro” de David Foster Wallace
Chronic City” de Jonathan Lethem
Las primas” de Aurora Venturini
Padres, hijos y primates” de Jon Bilbao
“El vano ayer” de Isaac Rosa
El juego del mono” de Ernesto Pérez Zúñiga
“La mejor parte de los hombres” de Tristan García
Knockemstiff” de Donald Ray Pollock
“En la carretera” de Jack Kerouac
“Casa de muñecas” de Henrik Ibsen
“El mal de Portnoy” de Philip Roth
“El pato salvaje” de Hernik Ibsen
Mejillones para cenar” de Birgit Vanderbeke
Bajo este sol tremendo” de Carlos Busqued
Libertad” de Jonathan Franzen
el afilador de habitaciones” de celso castro
X” de Percival Everett
Sobre el teatro: artículos y cartas” de Antón Chéjov
Los incógnitos” de Carlos Ardohain
Astillas” de Celso Castro
“Pobre gente” de Fiodor Dostoievski (1) (2)
Dostoievski : las semillas de la rebelión, 1821-1849” de Joseph Frank
“Litoral” de Wajdi Mouawad
“Casa Desolada” de Charles Dickens
“Tríbada falsaria” de Miguel Espinosa
“La sonata a Kreutzer” de Lev Tolstoi
“El XIX en el XXI” de Christopher Domínguez Michael
“La mala muerte” de Fernando Royuela (hacer clic para leer la reseña inédita)
Desventuras de un fanático del deporte” de Frederick Exeley
Conversaciones con David Foster Wallace” de Stephen J. Burn
La herencia colonial y otras maldiciones” de Jon Lee Anderson
El niño que robó el caballo de Atila” de Iván Repila
La vida para principiantes” de Slawomir Mrozek
“Limónov” de Emmanuele Carrere
“Muss / El gran imbécil” de Curzio Malaparte
“El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco” de Charles Bukowski
Pancho Villa toma Zacatecas” de Taibo II y Pablo Ignacio
Un hombre soltero” de Christopher Isherwood
“La senda del perdedor” de Bukowski
“Las enseñanzas de Don B.” de Donald Barthelme
“El ruletista” de Mircea Cartarescu (reseña inminente)
Epiléptico” de David B.
La casa de hojas” de Mark Z. Danielewski


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INFIERNO

(Huyan.)


“Fin” - David Monteagudo
“En lugar seguro” – Wallace Stegner
“Dios ha muerto” – Ron Currie
“España, aparta de mí estos premios” de Fernando Iwasaki
“Hilo musical” - Miqui Otero
El apocalipsis de los trabajadores” de Valter Hugo Mae
Celecanto” de Jimina Sabadú
Nocilla Dream” de Agustín Fernández Mallo
“Richard Yates” de Tao Lin
Los enamoramientos” de Javier Marías
Lágrimas en la lluvia” de Rosa Montero
Acceso no autorizado” de Belen Gopegui
“Mi gran novela sobre la Vaguada” de Fernando San Basilio
Alma” de Javier Moreno
“Pigmeo” de Chuck Palahniuk
Diario de las especies” de Claudia Apablaza
Signatura 400” de Sophie Divry
La mano invisible” de Isaac Rosa
Un día me esperaba a mí mismo” de Miguel Angel Ortiz Albero
Setenta acrílico treinta lana” de Viola di Grado
“La jaula” de Javier Serrano
El asesino hipocondríaco” de Juan Francisco Muñoz Rengel
Los inmortales” de Manuel Vilas
Robar en American Apparel” de Tao Lin
¡Maldita sea!” de Ainhoa Rebolledo
Erasmus, orgasmus y otros problemas” de Carlo Padial
El joven vendedor y el estilo de vida fluido” de Fernando San Basilio
Habitación 804” de Marcus Versus
Las flores de Baudelaire” de Gonzalo Garrido
Chatarra” de Daniel Ruiz García
Asco” de Jose Angel Barrueco
“Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tratactus” de Agustín Fernández Mallo
Saliendo de la estación de Atocha” de Ben Lerner
Genio de extrarradio” de Sergio C. Fanjul
Los años de lluvia” de Jesús Esnaola
Polvo en los labios” de Montero Glez.
Yo precario” de Javier López Menacho
Los ojos de los peces” de Ruben Abella
El libro de los pequeños milagros” de Jacino Muñoz Rengel
Hijos apócrifos” de Víctor Balcells Matas
Por si se va la luz” de Lara Moreno
La habitación oscura” de Isaac Rosa



(Nota: en todos los casos, el orden es exclusivamente de lectura.)
(*) No están todos los que son, pero sí son todos los que están. El gris tiene muchos matices; esta lista no pretende recoger y clasificar TODAS las lecturas de estos años, pero sí destacar aquellos a los que sí creo que vale la pena dedicar unas horas. 

“La mala muerte” de Fernando Royuela

“La mala muerte” cuenta la historia de un enano. Esto lo digo para atrapar a los aficionados al circo que visitan este blog, que se cuentan por millares y no paran quietos ni un minuto. También porque sufro el bloqueo del redactor y pienso que escribiendo soplapolleces me vendrá la inspiración. A ver. “La mala muerte” es la Gran Novela de Fernando Royuela, aquella que hay leer si uno quiere leer algo de Royuela sin tener que arriesgar. Dicen que de los muertos sólo hay que leer las mejores novelas. (Las otras también, pero de otra manera, añaden.) Royuela no está muerto pero no veo porqué no podemos aplicar el mismo criterio a los vivos que colean. 

Retomando: “La mala muerte” es una más que interesante novela, tanto que la pueden empezar sin ganas y engancharse igualmente sin remedio en apenas media hora. Doy fe. Además el narrador -el propio enano que cuenta su vida- es bastante hijo de puta y todo el mundo sabe que las novelas de enanos hijos de puta no pueden defraudar si no es esforzándose mucho. Esta no lo hará, ya se lo adelanto, a no ser que sean ustedes de esos que odian a los enanos. Definitivamente “La mala muerte” es una de las mejores novelas españolas que leí en 2012 y que sirvió además para reconciliarme con el escritor después de aquella cosa llamada “Cuando Lázaro anduvo” que probablemente nadie recordará dentro de diez años de puro tonta.

«Sé que usted ha venido a regocijarse con el espectáculo de mi muerte, lo he constatado en la herrumbre de sus ojos, en el verdín de su curiosidad, pero ya no temo la inexistencia. Dicen que en el vértice exacto de la muerte las escenas vividas se reproducen vertiginosas lo mismo que los fotogramas de una película. Dicen que una vez vistas la consciencia acaba. Puede que sea cierto y esté asistiendo en este momento a la contemplación precipitada de un pasado nebuloso de recuerdos. Las semblanzas de los muertos advierten de la persistencia del espíritu y ayudan a los vivos a desbrozar las incógnitas que acaso les provoca el saberse finitos. Ese será mi magisterio. Lo demás nada importa; es entretenimiento o incertidumbre.»

[La reseña se interrumpe aquí y así se va a quedar. A un clic, encontrarán la razón de su publicación.]



martes, 17 de diciembre de 2013

“Constructores de monstruos” de Javier Tomeo

Hoy toca comentar una lectura de hace dos meses. Me van suponiendo injusto en grado sumo y relativizan todavía más el caso que me suelen hacer. Gracias.

La novela, corta cortísima, cuenta la historia de un creador de monstruos y su ayudante en un mundo en el que existe la figura del creador de monstruos y en el que éste tiene ayudantes. Como en la vida misma el jefe no es el más listo ni el ayudante el más tonto sin ser ninguno de los dos nada del otro mundo o más bien sí, pero de uno bastante peculiar. Imaginen un viejo castillo, viejas maneras, ladrones de cadáveres y gente sin demasiada experiencia pero con mucha voluntad. Es como el colegio de Harry Potter pero en versión Frankenstein y protagonizado por un Gabino Diego en sus peores momentos.

Es decir, que va de esto: en el siglo XIX en un castillo alemán situado junto a un cementerio, un cabezón, un cabezoncito y un enano coinciden en la creación de un monstruo aterrador, al que llamarán Karolus, encargado por el tío del primero para meter en cintura al populacho. Esto le sirve de excusa a Tomeo para plagarlo todo de reflexiones varias a cual más boba, intrascendente y mil veces vista (ver ejemplo en la siguiente cita) pero sobre todo para hacer un poco el ganso y para poder hacer de sus protagonistas seres por sí mismos monstruosos.

—¿Te parece necesario que Karolus sea feo? —me pregunta.
Le contesto que los monstruos, por definición, tienen que ser feos, asimétricos y deformes. Eso es, por lo menos, lo que se espera de ellos y lo que aconseja el manual.
—Si no lo fuesen —añado—, ya no serían monstruos y no nos servirían de consuelo.
No entiende lo del consuelo, así que le explico que si en este mundo hay monstruos es para que nosotros, que también estamos en él, nos consolemos pensando que podríamos ser peores de lo que somos.
—¿Qué significa nuestra pequeña fealdad cotidiana comparada con la de un buen monstruo?

Poco o nada interesante novela si no es vista a través de otras lecturas del autor. Y de humor, justita. Una cosa es cierta: como creador de personajes, digamos, peculiares, Tomeo termina de la mejor de las maneras posibles: haciendo protagonistas a otros que son, como él, constructores de monstruos. Lo absurdo del planteamiento y resolución lo suponen ustedes inevitado. La putada es que no sabe a nuevo, a original ni a interesante. No sabe a nada. O sí. A tiempo perdido.



miércoles, 11 de diciembre de 2013

“Del color de la leche” de Nell Leyshon

Les presento a Nell Leyshon.

Leyshon es inglesa, mujer, fundamentalmente dramaturga y ocasionalmente novelista. Eso en su tierra. Aquí, hasta hace poco, no pasaba de completa desconocida. Sexto Piso edita su última novela. Esta novela, la de la foto de la izquierda. Empieza así:

éste es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano.
en este año del señor de mil ochocientos treinta y uno he llegado a la edad de quince años y estoy sentada al lado de mi ventana y veo muchas cosas, veo pájaros y los pájaros llenan el cielo con sus gritos, veo los árboles y veo las hojas, y cada hoja tiene venas que la recorren, y la corteza de cada árbol tiene grietas, no soy muy alta y mi pelo es del color de la leche, me llamo mary y he aprendido a deletrear mi nombre, eme. a. erre, i griega, así es como se escribe.
quiero contarte lo que ha pasado pero tengo que tener cuidado de no apresurarme como hacen las vaquillas en la entrada, porque entonces iré por delante de mí misma y puedo tropezarme y caerme y de todas maneras tú querrás que empiece por donde se debe empezar.
y eso es por el principio.

La protagonista, Mary, tiene quince años y un carácter que para sí lo quisieran muchos. Vive para trabajar en una granja miserable con sus hermanas, sus padres y el dulce abuelito. Desde que sale el sol hasta que se pone, todo es currar como una cabrona. Su padre es un tirano que las trata como a mulas y las quiere incluso menos. Él lo que quería era un varón. Mary era, antes de nacer, la última esperanza, en cambio nace como nace y no solo eso: nace albina; del color de la leche, para ser exactos. Amén de encantos, también arrastra una cojera. Es un caso, la Mary. Hablando de casos; el caso es que su padre la cede al párroco a cambio de unas monedillas, para lo sea menester o tenga el señor a bien. Ella, que es muy resuelta y dura como un tojo (la típica ignorante que deviene en simpática sin quererlo), caerá en gracia enseguida al párroco y a su mujer. Será la sal de sus aburguesadas vidas de mierda.

Pasan más cosas, claro, pero tampoco es plan de contarlas todas. Bastante he dicho ya.

¿Qué tiene la novela para venir hoy aquí a defenderla? Fundamentalmente un estilo narrativo muy cercano al del “El gran cuaderno” de Agota Kristoff (aquí) y, si me apuran (no me apuren, se lo ruego), a veces, por momentos, si se presta mucha atención se pueden escuchar ecos de "La niña que amaba las cerillas" de Gaetan Soucy (aquí), que como cumplido ya no está mal. Esas frases cortas, ese limitarse a dar la información estrictamente necesaria; esa parquedad, esa sequedad, ese ir siempre al quid de la cuestión; ese no necesitar 400 páginas para contar lo que se pueden contar en 150. Eso tiene, que no es poco. Nada de hablar de la flora y la fauna, la incidencia de los rayos de sol o el efecto de los rayos gamma en las margaritas. Nopis. Aquí se cuenta lo que se cuenta y lo que no se cuenta se supone o directamente no importa. Hay una razón para esto: Mary, al igual que es resto de familia, es analfabeta. Era, más bien. La novela está escrita por ella, ya lo han visto, por lo que en algún momento (que sí, claro, está en la novela) Mary aprende a leer y a escribir.

escribir lleva mucho tiempo, hay que deletrear y copiar cada palabra encima de la página, y cuando termino tengo que volver a mirar para ver si las he elegido bien.
y algunos días tengo que pararme porque tengo que pensar en qué es lo que tengo que decir, y en qué es lo que quiero decir. y en por qué lo estoy diciendo.
y tardo más tiempo en escribir sobre algo que ha pasado que lo que tardó en pasar.
pero tengo que escribir rápido porque no tengo mucho tiempo.

Y es por eso, porque Mary no tiene mucho tiempo, por lo que se prescinde de todo artificio y decoración, incluyendo las mayúsculas. Lo que queda es una historia, que puede gustar más o menos, y una voz, la de Mary, que no es una voz cualquiera. Y, si quieren, un final impactante, pero esto es, en mi opinión, lo de menos. Prefiero la escalada a las vistas desde la cumbre.

Al señor de este blog le gustan unas veces las historias que van al grano y otras veces las que enredan y juegan a ser laberintos desatados, pero lo que siempre le gusta, al señor de este blog, es que le seduzcan, y Leyshon, al menos la forma que tiene Leyshon de contar esta historia, lo hace.



lunes, 9 de diciembre de 2013

“Todos los crímenes se cometen por amor” de Luisgé Martín

1

Leo este libro entre los días 24 y 26 de septiembre de 2013. Lo abro, lo leo, lo cierro. Lo guardo. Me digo: vamos a darle un par de días, a ver qué queda. Después lo olvido. Un poco voluntariamente y otro poco no.


2

14 de octubre (fecha estimada) empiezo la reseña. Escribo esto:

Supongo que lo mejor que se puede decir de un libro es que se ha disfrutado con su lectura. Luego están los matices, las exageraciones. Las concesiones. Supongo que lo mejor que puedo decir de este libro es que disfrutado con su lectura. Ahora vienen los matices, las exageraciones. Las concesiones.

Lo he dicho muchas veces: de Luisgé me quedo con la prosa y seguramente también con los planteamientos de sus novelas, que es lo que hasta ahora había leído. Sus libros no se caen de las manos, pero precisamente por eso dejan el regusto amargo de lo que podía haber sido, y la pregunta en el aire de porqué no pudo ser, qué es eso que le falta o qué es eso que se sobra y que evita que cuaje la mezcla. Seguramente un formalismo excesivo, pienso ahora mientras escribo esta entrada, la continua sensación, durante la lectura, […]

Durante mucho tiempo, no escribo nada más.

3

El 15 de noviembre vuelvo a intentarlo:

Por más simpatías que despierte un libro en algún momento hay que reconocer que algo falla.

Tal día como hoy, 15 de noviembre, recupero la intención de reseñar esta recopilación de relatos. Decido tomármelo en serio, tanto como sea posible. Tanto como para llevar el libro a dar un paseo. Tanto como para releerlo, por aquello de ser, ya que no objetivo, sí, al menos, medianamente justo. Tampoco es plan de inventarse la reseña.

El caso es que dejo lo que estoy leyendo (Gaddis, joder, nada menos) y vuelvo a meterme en los cuentos de Luisgé. Quiero recodar, por lo menos, el argumento de alguno de ellos. De todos, si puede ser. Tengo plena confianza en que así será. 

No, no es verdad; no la tengo.

Voy la mitad, tal vez algo más, cuando se confirman los temores: recuerdo menos de lo que esperaba. Bastante menos. No pretendo culpar de mi mala memoria al bueno de Luis. Me sigue gustando mucho su forma de escribir. Esto no es nuevo, ya me ocurría con sus novelas pero al menos de ellas sí queda algo. Y aquí es a dónde quiero ir a parar: leo a Luisgé porque más allá del argumento de sus historias (ahora vamos con esto) disfruto leyendo a Luisgé. ¿Se trata de eso? ¿Es suficiente con eso? Seguramente no.

Luisgé representa la sobriedad. 

«Reflexioné durante algunos días acerca de todo lo que me había dicho y hablé de ello con mi esposa, quien, después de unos instantes de duda, me animó amorosamente a obedecer la recomendación clínica. Me confesó que también ella me encontraba desde hacía tiempo abatido y melancólico y que había llegado a pensar, afligida, que quizá la causa de todo ello era nuestra relación sentimental, relación que, aunque no atravesaba ninguna crisis, se había encaminado ya por los rumbos de la parsimonia y la costumbre que tarde o temprano gobiernan todos los matrimonios. Ella, que trabajaba en una agencia de publicidad, no podía tomarse vacaciones fuera de temporada, pero me invitó a que me marchara solo a algún lugar bucólico y soleado en el que recobrarme de mis tribulaciones. Me aconsejó, incluso, que viajara a la isla de Capri, de la que yo, que había estado allí hacía muchos años, antes de conocerla a ella, hablaba siempre con una especie de añoranza melindrosa.»

Prosas aparte, están las historias. Luisgé habla de cosas que son perfectamente posibles. Nada de unicornios. Fantasías, las justas. Habla del día a día de ser uno mismo. Habla de, por ejemplo amores fatales, de los que matan o mueren, según toque. Un hombre viaja, cree que se enamora, cree que puede matar a su mujer por ese amor. La fantasia en los relatos de Luisgé está en despeñar a la parienta por un barranco. En otro relato dos cuñadísimos ocultan su relación de amor toda la vida. A quién no le ha ocurrido eso alguna vez. Hay cuentos de hombres malvados que matan inocentes que sueñan con volver a su casa, ese lugar que sólo dos días antes soñaban abandonar para siempre. Hay también cuentos que hablan de esas cosas que les gustan tanto a los escritores: ficciones sobre ficciones y libros de fondo. Relatos que no deberían salir de un circuito cerrado exclusivo del gremio.

Tal vez un ejemplo perfecto de este realismo de Luisgé se encuentre en un relato llamado “El otro” donde se recupera, por enésima vez, la figura del doble. Luisgé elimina el habitual componente fantástico del relato dejándolo simplemente en un hombre que es confundido con otro por una tercera persona. No pasa nada: se investiga y se resuelve el misterio. Y tan felices.

La normalidad. 

Luisgé habla de cosas que pueden ser y seguramente son y por más que lo haga con una corrección digna de elogio transmite, al lector, una falta de pasión que no invita a coger el ordenador para emitir, no digamos ya una “nota de urgencia” [ejemplo], sino al menos una reseña, aunque sea pequeña, aunque sea la más triste y aburrida del mundo. Un piensa, cuando termina el libro, ah, qué bien y luego lo cierra, elige otro y sigue leyendo.

Decido no terminar la relectura de los relatos de Luisgé. Quizá en otra ocasión. Total, qué más da.


martes, 3 de diciembre de 2013

“El consejero” de Cormac McCarthy

No sé ni por dónde empezar.

¿Por el argumento? Venga, va.

“El consejero”, que es como conoceremos al protagonista, es un abogado que decide meterse en cosas de drogas sin tener mucha idea del asunto. Un amigo, todo un personaje, un delincuente con cierta experiencia le dice que se ande con ojo, que los mexicanos son muy chungos, que no perdonan los errores. Que a ver si la va a cagar. No se lo puede pintar más negro ni dejar más claro. El consejero tiene otro amigo (Bardem), que tiene una novia que es más lista que un ajo (Díaz), que también entra en el negocio. 

La cosa irá de esto: todo sale mal. El típico enredo de drogas, de mafiosos furiosos y de las consecuencias que esto tiene. Ya sabemos cómo se las gastan en la frontera. Será que no hemos visto películas. Con esto Elmore Leonard seguro que se hacía una novelita la mar de chusquiña; McCarthy, en cambio, escribe un pequeño guión de unas 130 páginas que no merece ni una décima parte de la atención que está recibiendo (empezando por la mía y siguiendo por la de ustedes que no sé qué demonios hacen aquí todavía) y que si no fuese porque la versión cinematográfica está dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Javier Bardem, Penélope Cruz, Brad Pitt, Cameron Díaz y Michael Fassbender esto hubiese acabado en cajón del editor de Mondadori, al que parece que se la han vuelto a meter doblada (y van…).

Todo es una estupidez, empezando por el personaje de Pe, la alelada prometida del consejero, que tiene cuatro líneas de diálogo, la mitad de los cuales son para decirle al machaca te quiero mucho hoy no me pondré bragas y la otra mitad para explicarle a la Díaz lo que hay que hacer para confesarse porque, esto es apasionante, para ella la religión es muy importante (detalle con el que, supongo, quería darle McCarthy cierta profundidad al personaje). Y no se lo pierdan: existe, sí, existe la escena en la que Cameron, más chula que un ocho, quiere probarlo y de hecho lo prueba y de hecho acaba enfadando a un sacerdote con su impertinencia, que parece que algunas no sepan hablar nada más que de follar o matar. Esto en un guión de 130 páginas es como para castrar al guionista y hacer una snuff movie con él.

Otra de las secuencias maravillosas es aquella en la que Bardem cuenta la historia de cómo un día su novia, Cameron, se folló, literalmente, su coche. Incluye orgasmo. O aquella en la que Fassbender compra un diamante, y se nos da a los lectores detalles sobre las peculiaridades de las piedras preciosas. Dos páginas para mostrarnos lo generoso que es el chaval. Como si no hubiera mejores cosas que contar.

Si es que ni apetece hablar de ella.

Al final todo queda en un puñado de diálogos insustanciales a la par que vergonzantes y una trama que, planteada seriamente, no daría ni para media hora, incluyendo dos pausas publicitarias y una para mear. Una trama que, por cierto, abusa de todo cuanto cliché se pueda abusar. 

No se me ocurre manera más tonta de perder el tiempo que leer esta cosa. No digamos gastar el dinero en ella. No digamos, ya, hacer una película.


lunes, 2 de diciembre de 2013

Entrevista a El señor de Tongoy.«Lo hago por tocar los huevos a los demás»

No debería decir nada, pero ya de perdidos, al río. Sin su permiso, antes de la siguiente reseña, les dejaré algunas preguntas de una pequeña entrevista que me hicieron hace unos días para Tanyible, un portal de ebooks y tal. Al final encontrarán un link a la versión completa, sin censura.


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¿Por qué escribe sobre libros? ¿No le gustaría más hablar de fútbol, cine o pornografía? Solo por poner unos ejemplos de cosas aparentemente más divertidas.

La pornografía soy más de comentarla en directo y creo que el fútbol debería estar prohibido por ley. Escribo sobre libros porque lo que hago en mi tiempo libre es leer. Cuando me dé por otra cosa, lo sabrán. O no.


Le han acusado de leer sólo aquellos libros que sabe de antemano que le van a desagradar, que lo hace por el placer de ponerlos luego a parir en su blog. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación?

Hay tanto de cierto como de falso. Leo libros que creo que no me van a gustar por muchas razones: para tener argumentos a la hora de defender cierta postura, por ejemplo, o para tratar determinada cuestión, pero sobre todo por curiosidad y porque solo me fío de mi propio criterio. O para ver qué se cuece por allí o por dónde se mueve la editorial equis. También para descartar. Si alguien recomienda encarecidamente un libro que luego, según compruebo personalmente, resulta ser una mierda, ya sabré de quién no puedo volver a fiarme. Por otro lado, estamos mal acostumbrados. Un mal libro merece los palos tanto como un buen libro merece los besos. No hay deporte más divertido que aquel que se practica con crueldad. Los que protestan por las reseñas negativas de la medicina son, muchas veces, los mismos que no tiene problema en decir públicamente en las redes sociales que Gravity, por poner un ejemplo reciente, es una mierda pinchada en un palo, como si el trabajo de dos años de quinientos profesionales no mereciese el mismo respeto que un librito de tercera.

¿Le gusta leer?

No. Lo hago por tocar los huevos a los demás. La verdad es que odio la literatura. A mí lo que me gusta es cabrear a la gente y he descubierto que, después de privatizar la sanidad, esto es lo que más.

Por los mentideros de internet se dice, se comenta, que en el colegio los compañeros se reían de usted y que de ahí el blog, para vengarse. ¿Tiene usted amigos?

Sólo en Facebook ya tengo demasiados. De los de verdad, me quedan dos. No, uno. Creo. Mierda, ya no sé. ¿Le importa si hago una llamada?

¿Reconoce ser adicto al feedback? ¿Qué siente cuando su blog alcanza los mil visitantes en un solo día?

Reconozco haberlo sido. Ahora mismo me da un poco igual. Cuando monté el blog me marqué el objetivo de llevar a las 60 visitas diarias. Lo que siento cuando llega a las cuatro cifras es que la gente está como una cabra. En mi opinión, a partir de la segunda visita ya se tienen demasiadas.

¿Qué opinión le merecen los trolls? ¿Son acaso la sal y la pimienta de un blog como el suyo?

Troll es todo aquel que viene a dinamitar un blog recurriendo al insulto o a la mentira. Por lo tanto, su intención, su única intención, es provocar una reacción. Si lo consigue, misión cumplida. Aquellos que se ofendan por lo que diga un troll deberían hacérselo mirar. Permítame un ejemplo. Hace muy poco alguien publicó en los comentarios del blog de La Patrulla de Salvación una lista de nombres que, aseguraba, correspondían a comentaristas habituales de La Medicina (ni que decir tiene que este dato no lo puedo tener ni yo). A las pocas horas, recibí un email de alguien cuyo nombre aparecía en esa lista (y con el que no tengo relación) preguntándome si pensaba hacer algo al respecto, tipo desmentirlo, puesto que como YO bien sabía, ÉL no comentaba NUNCA en MI blog. Pasando por alto lo que tiene de ofensivo la petición, YO, que otra cosa no, pero educado soy un rato, le contesté que algo diría (y, de hecho, lo hice), pero en el fondo lo que pensaba, y lo que sigo pensando, es que si tengo que desmentir cada soplapollez que se dice sobre mí o sobre lo que ocurre en La Medicina, apaga y vámonos. La gente debería hacer algo más que fingir que es inteligente; debería demostrar que lo es, empezando por darle a las cosas la importancia que tienen.