lunes, 29 de junio de 2015

‘Sumisión’ de Michel Houellebecq

«La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta».

No estaba entre mis planes reseñar a Houellebecq. Demasiados son ya los que reseñan/hablan a/de Houellebecq. Prueben a buscar en google Houellebecq + sumisión y prepárense para la paliza de su vida. Abc, El país, El Cultural, 755 blogs y doscientos diarios la mitad de los cuales se hacen eco de lo mismo: la polémica, un tanto forzada, que acompañó el estreno de la novela, como si tal cosa (la polémica, no los atentados que fueron noticia) no fuese la dinámica habitual en cada publicación del autor. Esa envidiable ilusión infantil, eternamente inocente, de la prensa.

Al tema.

Sumisión es un what if? en toda regla que plantea lo siguiente: en 2022 el candidato de un partido político llamado Fraternidad Musulmana gana las elecciones. Islam en el poder. Los fraternales pactan con los socialistas (que menudos son) llegando a un ventajoso acuerdo. Probablemente el más ventajoso acuerdo al que puede llegar:

«Las negociaciones entre el Partido Socialista y la Hermandad Musulmana son mucho más duras de lo previsto. Sin embargo, los musulmanes están dispuestos a dar más de la mitad de los ministerios a la izquierda, incluidos algunos claves como Finanzas e Interior. No tienen divergencias acerca de la economía, ni tampoco respecto a la política fiscal; no las hay tampoco sobre la seguridad, y además, contrariamente a sus socios socialistas, tienen los medios para hacer que reine el orden en los barrios del extrarradio. Hay algunos desacuerdos en política exterior, desearían que Francia condenara a Israel con mayor firmeza, pero eso la izquierda se lo concederá sin problema. La verdadera dificultad, ahí es donde están encalladas las negociaciones, es la Educación. […] quien controla a los niños controla el futuro, punto final». 

La educación como instrumento. Esto es un clásico: que si viejas costumbres, que si los valores (¡valores!). Que levanten la mano los que estén hartos de escuchar el sonsonete de yo en la iglesia no creo pero me gustan los valores que transmite para justificar su participación en este festival de sotanas que es la asignatura de religión. Y ya tenemos excusa para llenar (sí, LLENAR) las aulas y las iglesias de confirmandos. Y de ahí al cielo: «La sub-población que cuenta con el mejor índice de reproducción y que logra transmitir sus valores triunfa», se dice en algún momento de la novela. Quiera Dios que no. 

Y esto es un poco Sumisión. Bueno, esto y otras cosas.

Se critica esta novela por muy diversas razones, entre ellas no desarrollar un discurso o una trama creíbles. Cierto. No lo hace: no es creíble lo que cuenta, pero eso es porque lo que cuenta suena a despropósito inexplicable. Además, tampoco lo intenta (no, al menos, con especial ahínco). Esto pasa por tomarse las cosas demasiado en serio; por creer que se trata de un discurso realista, una advertencia literal y no un juego para adultos que necesariamente ha de contar con complicidad de los mismos.

Aquí un ejemplo: en un momento determinado de la novela, al poco (muy poco, demasiado poco) de ocurrir lo que comentábamos más arriba, el protagonista sale a la calle y descubre que algo ha cambiado. En un primer momento no sabe qué es, ni sabe exactamente cómo ha podido llegarse a ese extremo, pero ahí está, es una evidencia ante la que hay que rendirse.

«[..] la vestimenta femenina se había transformado, lo sentí de inmediato sin lograr analizar esa transformación; el número de velos islámicos apenas había aumentado, no se trataba de eso, y me llevó casi una hora de vagabundeo comprender, de golpe, qué había cambiado: todas las mujeres llevaban pantalones. La detección de los muslos de las mujeres y la proyección mental reconstruyendo el coño en su intersección, proceso cuyo poder de excitación es directamente proporcional a la longitud de las piernas desnudadas, eran en mí tan involuntarias y maquinales, genéticas en cierta forma, que no había tenido conciencia de ello inmediatamente, pero ahí estaban los hechos: los vestidos y las faldas habían desaparecido».

Esto nos lleva a otra de las recriminaciones que se le hace a Sumisión: la no defensa de la mujer. Que si menudo machista-sexista el Houellebecq, que las denigra, las minusvalora, etcétera. Es una acusación llamativa que me lleva a pensar que no se ha entendido (o no se ha querido entender) la novelo o que no se ha leído en la clave que parece haber sido escrita, que tampoco sería la primera vez que un escritor defendiese exactamente lo contrario que su protagonista. 

Para llamar la atención hay que exagerar y a Houellebecq esto (y polemizar) se le da fenomenal. Conviene tenerlo claro: Sumisión es pura exageración. Es por ello que en esta novela la mujer es poco más que un trapo. Ha de serlo ya que en cierto modo son la mujer y sus derechos adquiridos la clave de la novela y, de hecho, es esta repentina, inexplicable o directamente imposible sumisión al macho lo que demuestra su importancia en el curso de los acontecimientos. Quiero pensar que la mujer, con su voto, sería, en cierto modo, ¿la única? que podría evitar este retroceso cultural con el que tantos fantasean secretamente. Resumiendo: para que lo propuesto por Houellebecq sea posible se exigen ciertos sacrificios.

Quítale el derecho al voto, a la mujer, y ya tienes arraigo de costumbres; quítale el derecho al trabajo, acaba con el desempleo. Quítale todo, métela en tu cama, vuelve a ser dueño y señor de tu castillo. ¿Quién dijo progreso? ¿Quién dijo miedo?

Ah, la sumisión, ese placer.

Sumisión es, por extensión, la fantasía erótico-festiva de un hombre de clase media que reconoce que, más allá de progresismos varios, la idea de un universo machista y polígamo no estaría tan mal. No me digan: una de treinta en la cocina y una de quince en la cama. Al llegar a casa zapatillas, gin-tonic, mamada y la confirmación, certeza en mano, de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Si me lo preguntan: veo Sumisión como un elogio, no sé si intencionado o no, a la mujer, pero sobre todo lo veo como un ejercicio sano (y duro, también) de sinceridad que plantea la siguiente cuestión: ¿estamos, como queremos dar a entender, realmente tan en contra de la deriva conservadora que parece haber tomado Europa o tal vez vemos en esto una oportunidad para devolvernos ese status que merecemos, ese que un día tuvimos?

«Había que rendirse a la evidencia: llegada a un grado de descomposición repugnante, Europa occidental ya no estaba en condiciones de salvarse a sí misma, como no lo estuvo la Roma antigua en el siglo V de nuestra era. La llegada masiva de poblaciones inmigrantes impregnadas de una cultura tradicional marcada aún por las jerarquías naturales, la sumisión de la mujer y el respeto a los ancianos constituía una oportunidad histórica para el rearme moral y familiar de Europa, abría la perspectiva de una nueva edad de oro para el viejo continente. Esas poblaciones eran a veces cristianas; pero por lo general, había que admitirlo, eran musulmanas».
Por cerrar este episodio diré que he disfrutado mucho con esta Sumisión. Pese a su estructura clásica de diario de protagonista y sucesión de oportunas entrevistas, una suerte de documental novelado, creo que plantea interesantes cuestiones, más de carácter íntimo que político, amén de no resultar aburrida en ningún momento, algo que nunca agradecemos lo suficiente.



lunes, 22 de junio de 2015

‘Disforia’ de David Jasso

Nunca se me hubiese ocurrido leer a David Jasso (hasta hace nada un perfecto desconocido para un servidor) si no fuese porque Valdemar a través del sello Insomnia sacó su nombre a la luz. Es la segunda apuesta del sello por un autor español tras la recientemente comentada novela de Emilio Bueso, Extraños Eones. El tercero en concordia (ya saben que no hay dos sin tres) será (es, de hecho) Jesus Cañadas, que también se estrena en esos lares con una novela que leeré cuando papá-estado tenga a bien dejármela en depósito.

Y hasta aquí el banner publicitario de la semana. 

Sobre el autor: busquen en la wikipedia. Ja. No, qué va, yo les cuento, verán qué bien. Jasso, que ronda los cincuenta, es presidente honorífico de Nocte, el frikiuniverso de los terrorígrafos y desde 2009 parece que esté abonado al premio Ignotus. El año que no se lo den o que no lo gane, entrará en barrena.

Fin de la cita.

Ahora, lo que interesa: Disforia.

La cosa son dos ya no muy enamorados y con niña pequeña pasando unos días en su casa de campo en medio de ninguna parte. Sin vecinos, sin ayuda. En esto llega uno y les hace la vida imposible. Dice que los va a matar. A todos. Porque sí. 

Como les decía, no soy experto en Jasso. Lo único que leí (animado, insisto, por esta disforia) de su fecunda producción fue La silla, novela por lo general vivamente recomendada, a pesar de lo cual parece que ya me encuentro en disposición de hablar de su “narrativa” (entendida ésta como un eufemismo de estilo recurrente). En La silla un hombre atado a una silla (claro) las pasaba putísimas en su casa de campo, un lugar alejado de la civilización mientras trataba de salvar la vida de su hijo, un tierno y todavía gateante infante, que amenazaba con morirse de hambre ante la forzada desatención paterna. Pues bien, en Disforia una madre con limitación de movimientos por motivos que no puedo desvelar (voy a tener pasar de puntillas por ciertos asuntos sin no quiero estropearles la lectura), que vive también en una casa alejada de la civilización, trata de mantener con vida a su hija —una tierna y casi gateante infanta—, que amenaza con morirse de algo, no les diré de qué para no privarles del placer de descubrirlo.

No, es verdad, lo admito: pese a lo razonable del parecido no se trata de la misma novela pero… otra cosa, ya, el truco del almendruco. 

Jasso parece disfrutar aislando a la gente, separándola de su pareja y colocando a los niños, siempre en edad de indefensión, en la peor situación imaginable para después mantenerlos con vida (o no). Esto es legítimo, claro, pero si se han leído dos novelas del escritor y ambas tienen tantos puntos en común, inevitablemente se echa de menos un poco de variedad en el discurso del pánico.

Con todo, hay un par de cosas que sí es de ley reconocer. Por un lado el estilo, en esta ocasión más depurado, con una menor querencia a la dispersión y por otro la demostración, ya intuida, de que Jasso es un tipo hábil a la hora de mantener la intriga durante mucho tiempo en escenarios extremadamente pequeños. Me resisto a entrar en detalles pero si se han fijado en la portada sabrán a qué me refiero.

En definitiva, Disforia es una novela de terror de sencillo y un tanto manido argumento que se lee en un suspiro. Hay cosas que no me han gustado, como es la inclusión de un cierto componente, digamos, sobrenatural, que no era en modo alguno necesario. La novela funciona perfectamente sin él y de hecho los momentos en los que estas fuerzas cobran protagonismo son, con diferencia, las más aburridas y lastran la historia y lo que es peor, te sacan de ella. Quiero decir… Funny Games, por tomar un ejemplo de una historia con la que esta novela guarda una “estrecha” relación, da miedo porque el miedo nace del temor a lo desconocido y no hay peor cosa que asistir a la destrucción de todo lo que te importa por un vulgar capricho de tres de la tarde. En el momento en que se trata de explicar demasiado, como ocurre en Disforia, malo. Malo porque uno siente que alguien intenta sin éxito hacernos sentir empatía por el asesino a golpe de contarnos su vida obra y milagros. De verdad, no es necesaria tanta información que, como se demuestra no les diré cómo ni les diré cuándo, al final no tiene realmente mucha razón de ser. 

Si total algunos con un cuchillito y mucha mala hostia ya nos damos por satisfechos. Para qué complicarse la vida.


lunes, 15 de junio de 2015

‘New mYnd’ de Colectivo Juan de Madre

Ya les he hablado de Colectivo Juan de madre. En su momento les expuse un teoría la mar de plausible que no quisieron ustedes escuchar (o, si escucharon, no quisieron ustedes creer), acerca de los órganos no sexuales que lo constituían y sus aviesas intenciones. Pese a esto, hay quien se empeña en creer que tras Colectivo JdM se oculta un único ser humano. Es falso, pero allá ustedes y su ingenuidad.

El caso es que esta gente, este colectivo, esta masa informe, ha escrito otro libro. Este libro. New mYnd.

Se supone (normativa del Perfecto Crítico Imperfecto, artículo 22, parrafada segunda) que ahora tengo que explicarles de qué trata, es decir, lo que viene siendo el argumento. No es fácil pero ahí vamos.

La cosa tiene algo que ver con unos diamantes que la gente se injerta cual bulbo de tulipán en la base del cráneo, o cerca o por los alrededores y que les, ¿cómo decirlo?, duplica la mente: son ellos y además son otros. Viven su propia vida y, de puertas para dentro, otra que también es suya pero no es suya pero en la que, cuando te pillas los dedos en una puerta, no duele o, por poner un ejemplo que todos entendamos, un universo alternativo en el que si cuentas un chiste un poco cargado de humor negro no tienes que dejar tu puesto de trabajo en manos del destino ni meterte en una cueva a flagelarte hasta que te mueras.

Pero este no es el tema. O sí. Más que un tema es un temazo. Quiero decir… esto es el fondo de pantalla sobre el que tiene lugar la trama.

La parte más visible de la historia es la de una mujer: mujer con pareja y trauma de muerte infantil. La narración corre paralela a la historia de otra, también mujer, que bien pudiera ser la misma o su hermana o incluso la mascota de mi dentista. Tampoco aquí la cosa llega a estar nunca clara (Colectivo pone especial interés en ello) motivo por el cual la novela, digamos, funciona al nivel qué demonios está pasando, que como gancho es casi lo mejor que te puedes encontrar. Por eso y por una cita de Manuel Vilas, que realmente es lo que sube la media del conjunto.

«Si me pienso abogado, preferiría ser médico. Si médico, sacerdote. Si sacerdote, hombre casado y con siete hijos. Si casado, soltero. Si soltero, viudo muy apenado. Si viudo, monje. Si monje, matador de toros. Estés donde estés, no has acertado por completo. Siempre hay algo más barato y mejor por ahí. Siempre hay vistas desconocidas en el acantilado de la vida. Me está matando esto de vivir una sola vida. La gran muerte de vivir en una sola forma».

Es muy importante tener en cuenta que todo lo que ocurre puede ser fruto de su imaginación o de la imaginación del escritor, que todo puede estar sucediendo a uno u otro nivel. Es todo un poco Lynch y un bastante Cronenberg y un algo David Foster Wallace, escritor este que protagoniza otra de las citas que se incluyen en la novela y que junto con la de Vilas (que he pegado sólo parcialmente para evitar sufrimientos innecesarios) recogen la idea sobre la que Colectivo ha querido construir este pequeño e inquietante artefacto.

«Tengo treinta y tres años y la impresión de que ha pasado mucho tiempo y cada vez pasa más deprisa. Cada día tengo que llevar a cabo más elecciones acerca de qué es bueno, importante o divertido, y luego tengo que vivir con la pérdida de todas las demás opciones que esas elecciones descartan. Y empiezo a entender cómo, a medida que el tiempo se acelera, mis opciones disminuyen y las descartadas se multiplican exponencialmente hasta que llego a un punto en la enorme complejidad de ramificaciones de la vida en que me veo finalmente encerrado y atrapado en un camino y el tiempo me empuja a toda velocidad por fases de pasividad, atrofia y decadencia hasta que me hundo por tercera vez, sin que la lucha haya servido de nada, ahogado por el tiempo. Es terrorífico. Pero como son mis propias elecciones las que me encierran, me parece inevitable; si quiero ser adulto, tengo que elegir, lamentar los descartes e intentar vivir con ello».

New Mynd está diseñado para resolver este problema y para ello nada mejor que hacerlo generando confusión. Confusión sobre confusión, erección asegurada. Se acompaña la cosa con imágenes en riguroso blanco y negro, falsas entradas de falsos blogs, poemitas y otras cosas del querer, para que se note que la cosa tiene miga, que las referencias son múltiples, que esto es un señor rompecabezas y no una novelita de Albert Espinosa. Algunos han querido ver en esto una nueva narrativa otra nueva narrativa. Hay gente para todo; unos cuantos parecen estar realmente muy necesitados de narrativas nuevas y a otros les gusta simplemente que les vapuleen un poquito la enquistada imaginación.

En cualquier caso y poniendo los pies en el suelo, New Mynd es una interesante (por entretenida más que novedosa) propuesta y una novela inquietante que sabe mantener la atención del lector el tiempo suficiente para terminarla. A mí, con esto, y sin tener que reinventar narrativas ni hostias, no me orgasma pero me vale. Conformista que es uno.



martes, 9 de junio de 2015

‘Cenital’ de Emilio Bueso

Lo que más me gusta de Cenital es el estado de tensión permanente en el que mantiene al lector: la tensión de pasarte toda la puta novela esperando que ocurra algo. Bueso inaugura el género de ciencia aflicción pasivo-agresiva. Uno sabe que los acontecimientos, terribles ellos, irán a peor pese a que en la novela no acabe de verse movimiento alguno. ¿Dónde está el truco, entonces? ¿Por qué no se muere uno de aburrimiento? Veamos. 

Cenital es lo que ocurre cuando pasas demasiado tiempo leyendo blogs catastrofistas (por más que sea un catastrofismo razonado) en lo que los participantes se plantean seriamente lo oportuno de abrir una cuenta vivienda si total el fin de mundo conocido está a la vuelta de la esquina desde el momento en que toda actividad económica pasa por tirar del amigo petróleo y este no las tiene todas consigo. Nos los estamos fundiendo.

Pero la culpa será de los chinos, ya lo estoy viendo.

En Cenital esto ya ha ocurrido. Lo del petróleo, digo. Se acabó lo que se daba. Ya no más estufitas de gas, ahora todo es calor de chimenea y duchas de agua fría. Quedan pequeños asentamientos organizados de un modo muy tradicional, tratando de maximizar la productividad y la eficacia con un mínimo de recursos. Media novela, probablemente algo más, es contarnos que menganito es así por esto lo otro y lo demás allá y zutanita es asa y esta es tu vida Laura Ingalls, así como el rescate del blog de líder de una de esas comunidades cuasihippies para que podamos vislumbrar a) que la cosa se veía venir, b) cómo fue viniendo y c) que nuestro líder es más listo que un ajo y más previsor que los reyes magos.

Se compra, el líder, un terrenito en las afueras y se hipoteca hasta las cejas contando con que se vaya pronto la luz; se rodea de expertos en caos infinitos, poda, pozos negros y telares de bajo lizo y deja que la vida siga su curso inevitable: que salte todo por los aires y venir después con el ya lo decía yo pero tranqui que lo tengo todo arreglado.

Lo mejor que tiene el fin de mundo es que nunca pasa de moda por lo siempre es un buen momento para preparar la maleta. Por ejemplo, y sin ánimo de hacer publicidad gratuita, Debate acaba de publicar un libro llamado Abrir en caso de apocalipsis: guía rápida para reconstruir la civilización (Lewis Dartnell, Debate, 2015) donde se recogen (parece, no lo he leído ni he tenido acceso a él) enseñanzas varias. “Una guía rápida para reiniciar la civilización” es, además de un buen slogan, una forma perfecta de relativizarlo todo: el verdadero problema no es dejar de pagar la hipoteca (si total la banca será la primera en caer) sino que plantes los calabacines demasiado lejos de las berenjenas, que luego cogen bicho y hay que tirar con ellos.

Las cosas como son: Cenital da miedo de puro creíble, y aunque es verdad que tampoco nos pilla por sorpresa no es menos cierto que tenemos una actitud abiertamente pasiva. Es en tercero de primaria cuando se habla por primera vez del problema del petróleo. Pero se hace así, como de pasada, en plan el petróleo es un bien escaso y tal. Son dos páginas muy interesantes que preceden a los inventos del hombre, que se lo lleva de calle en cuestión de interés infantil. Cenital es, en ese sentido, un correcto recordatorio en forma de novela (que no una novela en forma de recordatorio ya que, quitados dos o tres momentos, la cosa está más en modo Alerta que en modo Acción) perfecto para recodarnos que ya podemos darnos por jodidos.

Como en toda novela finmundista están los buenos (que no tontos) no tan buenos de puro escarmentados, y los malos, crueles, salvajes y un poco caníbales pasada la hora del té. Esto viene en el manual del apocalhisptico perfecto y de hecho Bueso lo utiliza para hacer llevadera la travesía por este páramo desolado que es vivir sin esperanza de un mundo mejor. El resto, ya lo hemos dicho, es puesta en escena y un continuo recordarnos que nos queda poquito para quedarnos sin wifi.


miércoles, 3 de junio de 2015

‘Distancia de rescate’ de Samanta Schweblin

España. 2015. Joven escritora argentina publica librito chiquitito en Mondadori.

Miedo no, lo siguiente. Prejuicios, todos. Y aún así, la sorpresa sorprendente, esa que [casi] nunca llega: que sí, o sea, que bien, banstante bien. Para que luego digan [que si los jóvenes escritores…, que si Mondadori…].

La cosa fue tal que así: en Goodreads, ese antro de perdición, se decía y se dice y se cuenta que Schweblin aprueba con nota con esta pequeña novela de corte intrigante terrorífico o lo que demonios sea. ¿Nos lo creemos? Ni-de-coña. Sabemos que hay que andarse con ojo con las recomendaciones de cierta gente pero en ocasiones la necesidad de creer es más fuerte que uno mismo, de modo que, igualmente, decidimos: nos la jugamos. 

130 páginas que se leen en no más de hora y media y con el corazón en un puño. Es lo mejor: que se empieza y no se quiere dejar. No se puede dejar. No se deja. Y además se sufre. No se puede pedir más. 

Tanta introducción y tanta tontería… Les cuento:

La novela es una conversación: un niño pide a una maltrecha mujer que recuerde algo que ha ocurrido hace nada, días, horas, minutos: tienen que dar con el momento exacto en el que ocurre algo como super-mega-importante. Que reconstruya, más bien, paso a paso, sus pasos. Ella recuerda, reconstruye, pues, paso a paso, sus pasos: estoy haciendo esto, estoy haciendo lo otro, lo de más allá. Él (sujeto misterioso) la interroga: ¿y esto? ¿y lo otro? ¿y lo de más allá? 

¿Y tu madre qué tal? 

Y así avanza la novela y se descubre la historia de una mujer (no esta mujer, otra) que tiene un hijo, que tiene un accidente, que tiene un problema gordo gordísimo cuya solución pasa por visitar a brujita en espectral casita inquietante y verde. Pasa que el niño cambia, en la casa, que parece otro, al salir, tal si fuese una peluquería militar.

Me da mucha rabia entrar en tanto detalle pero es que si no les hablo de esto no sé de qué les voy a hablar porque la novela quitando esto de sufrir es esto es poco más, que desarrollo de personajes el justo y necesario.

La expresión distancia de rescate, por si se lo preguntan y por aquello de echar leña al fuego, hace referencia a la distancia que una madre establece con respecto a un hijo, hija o mascota querida. Si las nubes amenazan tormenta la distancia se acorta por pura necesidad; sí el mar es un plato la cuestión se relaja. En esta novela la cosa está como para no dejar pasar el aire. 

«Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería».

A favor, esto: la evasión, la diversión. En contra tiene alguna pequeña trampa que me voy a callar por el respeto que les tengo pero que tiene que ver con la sinceridad a la hora de responder esta pregunta: ¿es realmente tan importante como se asegura la distancia de rescate? o ¿Cambiará algo conocer el punto exacto en el ocurre eso que ocurre y que no sabremos qué es hasta bien avanzada la historia?

«Contame más sobre la distancia de rescate.
Varía con las circunstancias. Por ejemplo, las primeras horas que pasamos en la casa quería tener a Nina siempre cerca. Necesitaba saber cuántas salidas había, detectar las zonas del piso más astilladas, confirmar si el crujido de la escalera significaba algún peligro. Le señalé estos puntos a Nina, que no es miedosa pero sí obediente, y al segundo día el hilo invisible que nos une se estiraba otra vez, presente pero permisivo, dándonos de a ratos cierta independencia. Entonces, ¿la distancia de rescate sí es importante?
Muy importante».

La novela es frenesí; un permanente huir hacia delante. La protagonista, empeñada en irse por los cerros de Úbeda es continuamente refrenada por su interlocutor, que tiene que recordarle que esta novela no es corta porque sí, que si esta novela es tan corta es porque no-tenemos-tiempo.

«Es esto. Este es el momento.
No puede ser, David, de verdad no hay más que esto.
Así empieza.
Dios mío.
¿Qué hace Nina?Es tan linda.
¿Qué hace? 
Se aleja un poco.
No dejes que se aleje.
Mira el pasto. Lo toca con las manos, no se convence de su pequeña desgracia.
¿Qué pasa con la distancia de rescate?
Todo está bien.
No.
Tiene el ceño fruncido.
—¿Estás bien, Nina? —le pregunto.
Se huele las manos.
—Es muy feo —dice.
Carla sale de la casa, al fin.
Carla no importa.
Pero camino hacia ella, creo que todavía intento disuadirla del paseo.
No dejes sola a Nina. Ya está pasando.Carla se acerca con su bolso, sonriente.
No te distraigas.
No puedo elegir qué sigue, David, no puedo volverme hacia Nina.
Está pasando.
¿Qué cosa, David? Dios mío, ¿qué es lo que está pasando?
Los gusanos.
No, por favor.
Es algo muy malo.
Sí, el hilo se tensa, pero estoy distraída.
¿Qué tiene Nina?
No sé, David, ¡no sé! Hablo con Carla como una estúpida. Le pregunto cuánto vamos a tardar.
No, no.
No puedo hacer nada, David. ¿Así la pierdo? El hilo está tan tenso que lo siento desde el estómago. ¿Qué está pasando?
Esto es lo más importante, esto es todo lo que necesitamos saber».

Y así todo. Interesante y cortísima (lo digo como un cumplido) novela de terror que cumple, esta vez sí, lo que promete pese a que demasiado pronto tomamos conciencia del previsible [pero no por ello menos demoledor] final.